Cómo las flores han conseguido que los insectos se acerquen para ser polinizadas en zonas áridas con una técnica curiosa: el olor a muerto.
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Cómo las flores han conseguido que los insectos se acerquen para ser polinizadas en zonas áridas con una técnica curiosa: el olor a muerto. Foto: Getty

Existen invernaderos en los cuales se cuidan los de plantas más sensibles nativas de , en el Real Jardín Botánico de la Universidad de Alcalá en los cuales, durante el otoño, se extiende un fétido olor tan para los humanos como atractivos para las moscas. ¿Qué lo provoca? ¿Con qué fin?

Vivir en la zonas áridas de clima mediterráneo en Sudáfrica, el bioma natural del Fynbos, en donde la vida para las plantas no es nada fácil. Los inviernos son muy duros, más que en cualquier otra zona baja de África.

En este inhóspito lugar, las heladas son frecuentes durante la estación de lluvia entre los meses de junio y agosto, además de que la estación seca supera los ocho meses con precipitaciones que a veces no se producen durante años.

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En busca de sobrevivir, las plantas nativas han creado una forma creativa de lograr reproducirse, y mantener su especie, naturalmente. Y es que la naturaleza es así, en lo peores momentos siempre tiene un as bajo la manga, al menos en la mayoría de casos.

Y es que, para sobrevivir en un ambiente con poca agua, las sclepiadáceas surafricanas desarrollaron una estrategia vital que otras plantas de zonas áridas: la suculencia.

Estas tienen algún órgano o tejido en donde almacenan agua en grandes cantidades, para sobrevivir en entornos árido y secos, que acabarían con la vida de otra planta común.

Durante la primavera austral, Sudáfrica es el escenario de un bello fenómeno: el florecimiento repentino y espectacular de las fynbos, que le da al paisaje una extensión cubierta de plantas con matices multicolor.

Unas gotas de lluvia bastan para transformar el árido paisaje en una enorme alfombra de arbustos y herbáceas cuajados de flores. Las plantas abren sus flores buscando atraer a los insectos polinizadores.

La oferta es apetecible para los insectos, que no son capaces de atender la demanda, por lo cual algunas plantas ofrecen algo más. Las apocináceas que habitan en las zonas áridas surafricanas compiten con otras plantas en lo que se refiere al colorido y la belleza de sus flores.

Durante la primavera austral, Sudáfrica es el escenario de un bello fenómeno: el florecimiento repentino y espectacular de las fynbos, que le da al paisaje una extensión cubierta de plantas con matices multicolor. Foto: Getty
Durante la primavera austral, Sudáfrica es el escenario de un bello fenómeno: el florecimiento repentino y espectacular de las fynbos, que le da al paisaje una extensión cubierta de plantas con matices multicolor. Foto: Getty

Las asclepiadáceas desdeñan al enorme despliegue de insectos de todas clases y se concentran en unos pocos, escasos pero eficaces: las moscas carroñeras. Las flores, engañan a las moscas por la vista y el olfato, la superficie colorida y de textura carnosa de los pétalos imita bien a un animal muerto en descomposición.

Además, emite un pútrido olor que atrae a las moscas que se alimentan de cadáveres. Este olor se produce gracias a unas moléculas orgánicas bien llamadas cadaverina o putrescina.

Con este truco, las moscas aterrizan en las flores creyendo que han encontrado un lugar donde poner sus huevos, moviéndose dentro de la flor y recogiendo o depositando el polen en el proceso.

Sin embargo, pese a que las moscas dejan sus larvas, estas no sobrevivirán, pues el alimento para ellas se terminará en cuanto las flores se marchitan.

Las flores, engañan a las moscas por la vista y el olfato, la superficie colorida y de textura carnosa de los pétalos imita bien a un animal muerto en descomposición. Foto: Getty
Las flores, engañan a las moscas por la vista y el olfato, la superficie colorida y de textura carnosa de los pétalos imita bien a un animal muerto en descomposición. Foto: Getty

Debido a la morfología compleja de las asclepiadáceas, la única manera de que se reproduzcan es con la ayuda de los insectos polinizadores, pues el polen permanece en una especie de sacos (polinia).

Entre las más de 250 000 plantas con flores, solo las orquídeas, otras plantas con flores extraordinariamente complejas, empaquetan su polen de manera similar.

Si la planta tiene éxito, evidentemente con ayuda de los insectos polinizadores, la polinia actúa como una llave que se introduce en una hendidura que impide la entrada hasta la cámara estigmática donde esperan los óvulos. A medida que el insecto se agita, el brazo del trasladador se rompe y la polinia queda dentro de la cámara.

Cuando la polinia penetra en la cámara, esta comienza a hincharse y en pocas horas, se abre por una cresta de germinación de la que salen múltiples tubos polínicos cada uno de ellos procedente de un grano de polen.

Los tubos crecen y penetran en uno de los dos ovarios de cada flor, cada uno de los cuales puede contener hasta 200 óvulos, que serán fecundados por el gameto masculino transportado dentro del tubo polínico.

Así, los óvulos que se fertilicen serán pronto semillas que aseguran una descendencia en este hostil lugar de nuestro maravilloso planeta.

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