Conversamos con el cineasta Alejandro Legaspi, con motivo del reestreno de su película 'Juliana'. (Perú21/ José Rojas)
Conversamos con el cineasta Alejandro Legaspi, con motivo del reestreno de su película 'Juliana'. (Perú21/ José Rojas)

Juliana estaba en Suiza. Lo primero que se sabía era que se encontraba en un laboratorio, pero este había quebrado. Los negativos pasaron a otro laboratorio que también quebró. Luego de una pesquisa de meses, fue hallada en la cinemateca de ese país. Juliana, 30 años después, vuelve al Perú, a la pantalla grande. Retorna restaurada. “Como si se hubiese filmado recién”, asegura Alejandro Legaspi, quien, junto a Fernando Espinoza, dirigió esta película, ícono del cine peruano, que se reestrena en las salas el jueves 9 de enero.

Alejandro Legaspi nació en Uruguay. Pretendió ser pintor, exploró en la fotografía y, finalmente, se impuso su vocación de narrador audiovisual. “Si escribiera bien, quizás sería un novelista”, señala. El cineasta llegó al Perú hace más de 45 años. Y en el 82, fue parte del equipo fundador del Grupo Chaski, otro símbolo del cine peruano.

Le puso Juliana por su hijo Julián, quien entonces tenía la misma edad que los protagonistas; cinta donde, además, colaboró detrás de cámaras. Y recordemos que años más tarde, Julián logró notoriedad con la serie Calígula. “Mi hijo nació en Uruguay y a los nueve meses vino a Perú”, precisa el cineasta que también dirigió Gregorio y produjo alrededor de 30 documentales. Hombre clave del cine peruano.

Han pasado 30 años del estreno de Juliana. ¿Cómo fue volverla a ver?

En esa época la vi mucho durante la edición. Y después, nada. Las copias que hubo fueron muy malas, pasó por el VHS, los negativos estaban lejos. Eran muy malas copias y no me provocaba verla. Más bien, me avergonzaba. Volverla a ver, 30 años después, en una muy buena calidad fue todo un placer.

¿Ya no había la sensación de vergüenza?

No, al contrario, porque me pareció mejor de lo que recordaba.

El tiempo también hace lo suyo con la historia.

El tiempo le ha dado más vigencia de la que tenía hace 30 años. En esa época la prensa y el público en general se centró más en la historia de los niños de la calle que en el tema real: el maltrato a la mujer. Es la historia de una niña que es maltratada en su hogar por su padrastro, y decide irse de la casa.

En casa empieza la violencia contra la mujer.

Sí e incluso hay una escena en la que su padrastro abusa de su madre. Y luego ella se mete en esta banda de niños pero disfrazándose de hombre porque tampoco ahí tiene cabida como mujer. Entonces, hoy con el panorama que tenemos, uno dice: bueno, Juliana tiene más vigencia ahora que hace 30 años.

Tener que disfrazarse de hombre para salir adelante es una señal durísima.

Lo es. La película no solo está nueva en sentido tecnológico, sino también nueva en el sentido ideológico, temático.

¿Por qué motivo lo social siempre está en su trabajo?

No es demasiado racional, es más emocional.

Porque a veces tiene su raíz en dónde uno crece, se forma, los padres, los amigos.

Tiene que ver con un entorno de la época. Yo me crié en los años 60, que fueron muy convulsivos. Se quería cambiar el mundo y América Latina estaba repleta de dictaduras, de violaciones de derechos humanos. En ese entorno uno crece y queda marcado.

¿Hace cine social?

En esa época se llamaba cine comprometido (risas). Pero no me gusta ponerle nombre al cine que hago. La única intención es contar historias. Generalmente, elijo personajes pequeños, anónimos. Que sus historias abarquen mundos más amplios.

En su momento, Juliana llevó más de 600 mil personas a las salas de cine. Hoy las películas que llevan esa cantidad de público tienen otras temáticas más livianas. ¿Por qué cree que generó ese impacto?

Tiene mucho que ver con coyunturas sociales y políticas. El momento de Gregorio y Juliana fue muy distinto al actual. Y pienso que la coyuntura actual tiene mucho que ver con la guerra interna que tuvimos. La gente quiere apartarse de ese recuerdo y entretenerse.

¿Cuál es su expectativa para Juliana?

En general uno no tiene idea de cómo les irán a las películas.

¿Hace 30 años hubo esa incertidumbre?

En esa época habíamos tenido mucho éxito con Gregorio, casi un millón de personas. Pero con Gregorio uno pensaba que no iría nadie al cine. No tenía escenas de violencia ni sexo ni actores conocidos, pero fue un boom. Era un momento de gran migración y la gente se sentía identificada. Creo que el público ha cambiado y ha cambiado la relación con el cine. En esa época, uno iba al cine, no ibas al centro comercial, no ibas a ver una película de pasadita porque estabas ahí. No. Salías de tu casa rumbo al cine. Pero Juliana ha quedado en el imaginario de la gente.

¿Por qué vino al Perú en el 74?

En Uruguay había una dictadura como las de ese momento. Yo vine con 26 años. Curiosamente, unos meses antes de decidir salir de Uruguay, pasó un productor peruano diciendo que en el Perú se había creado una ley de cine y que había trabajo.

¿Tan grave estaba la situación en Uruguay?

Sí, muy grave, al punto de la represión. Ciertas dictaduras empiezan por lo político pero se van metiendo con la cultura.

¿Se metieron con usted?

(Piensa su respuesta). Se metieron con el teatro, con el cine, con toda la gente vinculada al arte. Era una situación complicada y peligrosa.

¿Hubo una escena detonante para dejar Uruguay?

(Vuelve a pensar su respuesta). Sí, pero yo de eso no hablo.

Además de una familia y el cine, ¿qué le ha dado el Perú?

La oportunidad de conocer otra América Latina. Perú me mostró una América Latina que yo no conocía o que conocía poco a través de Arguedas, Vargas Llosa.

Los Legaspi ya han escrito su nombre en la historia del cine y TV peruanos.

Bueno, un poquito. Sin exagerar (sonríe).

AUTOFICHA:

- ”Soy Alejandro Sergio Legaspi Etchechury. Mi segundo apellido es vasco. Mi madre era argentina, mi padre uruguayo, mis hijos peruanos, mis esposas uruguaya y peruana. Abuelos españoles. En marzo tendré 72 años, nací en Montevideo. Y tengo cuatro hijos”.

- “Soy hincha del Peñarol. Quien no quiere a Peñarol no quiere a su madre. Estudié Pintura, pero me fui alejando y empecé con la fotografía. Luego ya me incliné por el cine, que lo aprendí en la práctica. Pasé por todo: director de fotografía, camarógrafo, editor, en laboratorio”.

- “Un documental que tuvo resonancia fue Miss Universo en el Perú. Después Encuentro de hombrecitos, corto que ganó premios. Sueños lejanos es un documental que me gusta mucho. También están Kukama y el largo La última noticia. En mente tengo dos largos de ficción, uno es un guion de Nora de Izcue”.