Gerardo Chávez. Artista plástico (Perú21)
Gerardo Chávez. Artista plástico (Perú21)

Este 16 de noviembre, el pintor trujillano Gerardo Chávez cumple 80 años. Décadas que no aparenta. Su cabello cano es en realidad infancia recorrida, esa que ha logrado obras como ‘La procesión de la papa’, ‘La justicia en su laberinto’ o ‘Caballos salvajes del alma’. Más de 200 pinturas que ya exhibe en la muestra Chávez 80, en cuatro pisos del Museo de la Nación. Una exposición monumental, como su obra, como él.

¿A los casi 80 años de edad, cómo lucen esos caballos salvajes del alma?
Están bien, siempre engordando de amor. Son salvajes del alma porque proyectan amor, una razón de cabalgar con pasión. Los caballitos del alma son bellos porque se acercan al sentimiento que uno tiene de la ternura…

¿Y lo salvaje?
Es lo que ya somos sin distinción alguna. La ternura es justamente la que modela esa parte del instinto que tenemos.

En su obra, la ternura viaja en los carruseles que pinta y lo salvaje, en los personajes antropomorfos que dibuja.
Eso es algo maravilloso que tenemos los hombres. Si la ternura no acompaña al animal que tenemos, no sé qué podría ser del hombre. Es la niñez, la inocencia. Estoy feliz de ser artista.

Sin embargo, en una entrevista que dio en abril último, más bien, se mostraba decepcionado, porque el Museo de Arte Moderno que edificó en Trujillo no ha tenido la respuesta esperada. Dice una frase muy fuerte: “Lima es el Perú”. ¿Qué pasó?
Se me ocurrió hacer algo en un desierto. Pensé hacer algo que pudo tener un seguimiento, pensando en que el liberteño podría ser más inquieto, ir al reencuentro de cosas sensibles, no solamente ancestrales, porque creo que ni van a ver los museos de sitio… Entonces, visitar el Museo de Arte Moderno resultaba una cosa muy desconocida para ellos, a pesar de que moviliza todo un mundo actual. Creo que falta formación, inquietud.

¿Y de quién es responsabilidad: del artista o el Estado?
El Estado tiene mucho que ver. Pero tenemos que hacer algo para rebelarnos a la comercialización que nos anuncia la TV.

¿Y efectivamente se trae el Museo de Arte Moderno a Lima?
Sí, el objetivo es traerlo a Lima. Pero el Museo del Juguete sí se queda, porque tenemos juguetes para incluso hacer otro museo, que lo estoy pensando hacer aquí en El Olivar, en San Isidro. Me ha servido muchísimo encontrar en el juguete las bases del hombre.

¿Lima sí está lo suficientemente preparada como para recibir un nuevo museo de arte moderno?
Tampoco. La gente no sabe qué hacer y solamente se vuelca a los restaurantes, que es maravilloso, pero creo que tenemos que enriquecer el alma. En Lima se encuentra la mayor parte de provincianos, por eso digo que Lima es el Perú. ¿Qué está pasando en la provincia, que quiere ser cada vez más provincia?

Recientemente, a propósito de la muestra Resistencia Visual 1992 en el LUM, uno de los aspectos que se puso en discusión es el papel del artista en una coyuntura política e histórica.
El arte no tiene que ver con partidos políticos, pero el arte sí debe ser transparente, decir la verdad de lo que uno siente. Si hay injusticia, tenemos que denunciarla.

Cuando hablamos de la memoria sobre lo que hizo el terrorismo y la respuesta del Estado, ¿cuál debe ser la posición del artista?
Es la de un gran dolor que tenemos que digerirlo con el tiempo y opinar con la obra. El arte surge de esos dolores. Pero no manifestarla como un político en la palabra sino en los hechos.

¿Es válido que el artista tenga una posición política y esa se traduzca en su obra?
Por supuesto que es válido que tenga una posición política. En cuanto a la obra, parimos de esa manera nuestras ideas para compartirlas con el mundo y crear una nueva sensibilidad. Es válido que el artista a través de su obra asuma una posición política, pero no es mi caso.

Volviendo a su obra, en Chavez 80 la pintura insignia es ‘La procesión de la papa’. ¿Es principalmente una búsqueda de la identidad?
Sí, pero la idea no nació así. Me enamoré de una papa en el mercado y la vi como una escultura. Pero como no quiero una naturaleza muerta, quise hacer un homenaje a la papa porque nutre al mundo y es nuestra. Entonces, se me presentó el Señor de los Milagros en la TV e inmediatamente pensé en hacer una papa gigante para que la pasee todo el mundo. Era el año 95.

¿Por qué elige los grandes formatos?
Uno tiene la necesidad de entrar a esas cosas que son gigantes. Es diferente abrir la ventana y ver el paisaje, a abrir el portón y entrar al paisaje... Si estoy diciendo algo incorrecto, me avisas... (risas).

La incorrección también es positiva.
Sí claro, nos enseña mucho. Uno vive en lo inconcluso.

¿Qué tiene inconcluso?
No he hecho aún mi obra. Quiero llegar a sacar mi niño, porque tengo una inocencia conmigo...

Como volver a empezar.
Encontrar la inocencia y conversar con ella.

AUTOFICHA: 

- “Fui niño de familia muy modesta, donde faltaba todo. Esa necesidad nos llama a ser delincuentes o sublimes en el arte. Suerte la de uno que eligió lo positivo. Mientras pintaba un portón, un 28 de julio, una señora me palmeó la espalda y me dijo: ‘ay, hijo, tú serás un gran escultor’”.

- “He trabajado desde los 7 años, vendía helado. Me subía a un burro e iba por los caseríos. Mi papá no quería que trabaje. En medio de esa pobreza había una riqueza que se iba formando, y que se va entregando a la necesidad de hacer algo positivo”.

- “Al poco tiempo, descubrí en un diario (Última Hora) que uno de mis hermanos mayores era Ángel Chávez, un reconocido pintor. Me alumbró crecer como él. Mis padres se amaron mucho, hicieron 11 hijos, y yo soy el número 10. Cuando hay amor, se puede hacer hijos artistas”.