Johann Page, autor de la novela 'Páginas del fin del mundo'. (Foto: Javier Zapata).
Johann Page, autor de la novela 'Páginas del fin del mundo'. (Foto: Javier Zapata).

Hace libros y su primer apellido es Page. Sí, una ironía. Un apellido que viajó al Perú con su bisabuelo inglés. Se instaló en la sierra central hasta que el abuelo peruano abandonó la casa rumbo a Lima. El padre del escritor no tuvo vínculo familiar con su progenitor, al punto que, de pronto y sin saber nada él, un día se enteró de que había fallecido. No quiso ir al velorio, pero su esposa lo convenció de que asista. Lo vio, se quedó pasmado y volvió a casa.

“Sí, hay una historia de hombres Page que están siempre buscando desanudar ciertos nudos”, me dice Johann Page, director editorial en Penguin Random House y autor de Páginas del fin del mundo (Fondo de Cultura Económica del Perú, 2023), sexto que publica, el tercero para adultos y primera novela. La obra parte de hechos cercanos reales y puntuales: el padre que tuvo una imprenta, la madre que se separó del padre o el exprofesor de colegio que fue parte de Sendero Luminoso. “Pero la novela construye su castillo ficcional a partir de grandes preguntas como ¿qué hubiera pasado si...?”, explica.

Su padre fue un hombre de izquierda y le puso como segundo nombre Saari. Le decía que era el nombre de un revolucionario afgano. “Siempre se inventaba historias, siempre llenaba los vacíos con historias”, me dice el hijo. Pero en la universidad, en un curso sobre literatura nórdica, el profesor le dijo que era un nombre finlandés, que significaba isla.

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Me quedo con la sensación de que Páginas del fin del mundo es sobre la redención.

Te diría que es, más bien, un libro sobre la reparación. Redención implica un camino de esperanza y armonía mucho más sublime, me parece.

Lo digo por la escena en la que Marcelo, el personaje principal, finalmente le amarra los zapatos a su exprofesor ya enfermo y quien purgó condena por su vínculo con Sendero Luminoso.

Es cierto. La novela está diseñada o trata, de alguna manera, de mostrar momentos en los que el personaje de Marcelo trata de rehacer hechos que en el pasado no pudo hacer de manera más articulada. La escena que has mencionado es una de ellas, pero hay otras también. Con el tiempo me he dado cuenta de que la novela trata de encontrar un camino de redención para el personaje de Marcelo, pero sobre todo de reconstitución. Es un personaje que está constantemente intentando hallar una identidad propia, dejar de deberle tanto a la personalidad de su padre.

¿Por qué debemos mirar atrás y reparar? Lo que es un debate, incluso, nacional.

Cuando uno mira atrás comienza a verbalizar fisuras que son difíciles de ver y comprender si es que no se da ese ejercicio. En el diálogo con uno mismo uno comienza a encontrar esos vacíos o lugares resquebrajados que poco a poco se intenta recomponer. Es la base, creo yo, de la articulación como personas. La necesidad de diálogo con uno mismo es para poder encontrar sentido a lo que hacemos. Si lo hacemos a nivel individual, creo que lo podemos lograr a nivel colectivo. Si no dialogamos con nosotros mismos, menos vamos a poder dialogar como nación.

Sin embargo, hay quienes dicen “¿para qué revivir el pasado?”.

Al momento de trabajar la novela lo pensé mucho. La novela trata de entrar a ese lugar: ¿qué hacemos con las personas que participaron de Sendero Luminoso y que pagaron sus culpas?, ¿cómo se reintegran a la sociedad?, ¿estamos dispuestos a que eso ocurra?, ¿cuál es la posibilidad de una reconciliación si no existe diálogo, si no existe debate, si no hemos hablado sobre lo que hay que reconciliar? Para que exista ese equilibrio o armonía tiene que haber, en principio, narrativas que sean aceptables por ambas partes, y eso no hay. Lo que hay ahora es una manipulación de las narrativas a favor de nuestras causas ideológicas y políticas.

La novela 'Páginas del fin del mundo'.
La novela 'Páginas del fin del mundo'.

Tu padre fue un hombre de imprenta y sindicalista, como el padre de Marcelo. ¿Buscas reparar algo?

Yo busco recobrar a mis muertos. Y mis muertos son los que se han ido físicamente, como mi padre que murió en la pandemia, y los simbólicos; en el caso de mi madre, tuvo dos fases en su vida: la primera, sometida a los vaivenes de mi padre y que hizo que ella se oscureciera mucho, que llegara incluso a un punto de violencia física; y la segunda, una fase de redescubrimiento y se convirtió prácticamente en otra persona. Es un intento por reconstruir lo mejor que he encontrado de cada uno de ellos. Es un homenaje también. Al momento de meter las manos en el lodo de la historia, ha sido sacarlos y limpiarlos, descubrir sus flaquezas y debilidades para poder comprenderlos. El ejercicio de la comprensión es absolutamente vital para poder entender quiénes somos.

Escribes: “contar es otra forma de volver a casa”.

Y es una forma de volver a la casa ‘real’, a las sensaciones que existieron en esa época y es una forma de volver a este útero inicial donde se gestaron las primeras emociones, y donde uno todavía piensa que la infancia es un paraíso y de pronto uno descubre que no es así.

La escena del apagón luego de un ataque terrorista y todos reunidos alrededor de las velas es como un paraíso en medio del infierno que se vive afuera.

Traté de mostrar los claroscuros que existían en esa época. No todo puede ser blanco ni todo puede ser negro, en la grisura es donde habitamos y en la grisura es donde comprendemos y crecemos como personas. Quería retratar ese momento pequeño, íntimo y personal que, a pesar de que no había luz, era muy luminoso.

Y cuando volvía la luz, volvíamos al terrible mundo real.

Era un momento en que todo se detenía. Y esas pausas en la vida son extrañas, que permiten darte cuenta de que hay otra velocidad en el mundo.

¿El libro, como objeto, puede ser esa isla que nos da una pausa?

Los libros son islas permanentes en el mundo caótico actual. Son islas de calma, de entendimiento, islas de revoluciones: es una revolución detenerse en medio de este caos; es un enorme paréntesis de verdad y de realidad en la ficción, y es por eso que la gente los lee tanto, los busca, los necesita. Me parece que los buenos libros están llenos de verdades que son imposibles de encontrar en ningún otro aspecto de la vida.

¿Los libros digitales y la inteligencia artificial ponen en peligro al libro físico?

El 2023 ha sido el año que más libros físicos se han leído en el mundo entero. El 2023 (en Penguin) hemos vendido un millón de libros en el Perú. Es una cifra histórica. Es una maravilla.

Volvamos a la novela. ¿Los hijos podemos tomarnos la licencia de pensar que nuestros padres han fracasado?

Yo creo que no, porque partimos de un lugar de privilegio que ellos no tuvieron y por esa misma razón no podemos juzgarlos, sí comprenderlos. El ejercicio está en entender sus razones y sus motivaciones. El juzgamiento me parece excesivo e incluso contraproducente. Ellos no tenían las herramientas que nosotros hemos tenido y nosotros las hemos tenido gracias a ellos. Sería injusto decir que ellos perdieron.

¿Los hijos también ‘nos hacemos’ para no ser como los padres?

Al principio de la vida nos gusta ese reflejo, nos abastece y nos permite armarnos como sujetos. Pero llega un momento en que ese reflejo ya no nos transmite lo que queremos, y en la adolescencia y la adultez rechazamos ese reflejo porque estamos intentando construir nuestra propia identidad. Pero esa fricción alimenta la vida. Curiosamente, después, cuando pasa el tiempo volvemos a ese reflejo, hasta físicamente comenzamos a parecernos a él.

¿Eres escritor por tu padre?

Soy escritor por lo que me dio mi padre. Pero también por lo que me dio mi madre. Soy escritor porque trato permanentemente de acercarme a los sentimientos que me generaron ambos en mi niñez e infancia, y estoy día a día intentando recuperar ese paraíso perdido.

AUTOFICHA:

-“Soy Johann Saari Page Flores. Tengo 44 años. Nací en Lima. Estudié Lingüística y Literatura en la Universidad Católica. Trabajé en el Fondo Editorial de la Católica, en la editorial Planeta, como freelance y dictando talleres de escritura y ahora trabajo en Penguin Random House”.

-“Hice una maestría en Escritura Creativa en la Universidad de Salamanca. He publicado tres libros para adultos: dos de relatos y esta primera novela. Y para los más chicos, he publicado tres libros. Ahora estoy trabajando en un libro de relatos, que no sé cuándo saldrá”.

-“Recuerdo la versión completa de Pinocho, de Collodi. Me la regaló una tía cuando yo tenía 8 años. La versión completa es una historia mucho más oscura y compleja. La leí con fruición toda una tarde. Me quedé fascinado con la verdadera historia. Me gustaba leer bastante. Mi papá me leía bastante”.

-“Si leía 10 libros en un mes o dos, dependiendo del acuerdo, mi papá me daba cinco soles por libro leído. Luego me tomaba como un examen para comprobar si los había leído. A veces no me pagaba o descubría que ese libro ya lo había leído dos veces”.

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Hernando Tavera


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