Paul conto que de chico escribía novelas cursis y poemas de amor terribles. (Esther Vargas)
Paul conto que de chico escribía novelas cursis y poemas de amor terribles. (Esther Vargas)

El que lo habita está fascinado por la de Jorge Eduardo Eielson, Alejandra Pizarnik y Blanca Varela. Ese escritor que habla de se mira en César Vallejo, recuerda al Oswaldo Reynoso que conoció y se nutre de los grandes clásicos, desde Borges, Cortázar, Gabo y José Donoso, entre otros inmensos referentes.

acaba de publicar Los monstruos frente al espejo (Editorial Caja Negra) y ahora nos habla de literatura, con una taza de café en la mano –la primera del día–, convencido de que ya no hay marcha atrás en su camino como escritor. Paul Montjoy rompió el espejo y echó a andar, sin mirar atrás, con un libro bajo el brazo, como pasa con las cosas que valen la pena.

¿Cómo te iniciaste como escritor?

El primer libro que leí con fascinación fue La isla del tesoro de Robert Louis Stevenson tal vez a los diez o a los doce años. Después de ese libro adquirí el hábito de leer y con este llegó, casi de forma automática, la necesidad de escribir. Mis primeros escritos eran cursis y llenos de errores. Supongo que siempre fui un chico algo zafado de la cabeza y hablador. Pero no acepté el hecho de ser escritor hasta que ingresé a la universidad y empecé a publicar lo que escribía. Fue inevitable.

Has escrito tres libros, ¿cómo manejas tus tiempos como abogado y escritor?

El estudio de una carrera tan doctrinal como el derecho me ha permitido conocer cómo funciona el mundo y eso ha sido algo valiosísimo en todo lo que he escrito. Los lazos entre el derecho y la literatura vienen desde la Antígona de Sófocles. Poco a poco fui adaptándome al ejercicio de los dos oficios celosos. Siempre ha existido una tensión incómoda entre ambos porque la literatura hace volar la imaginación, mientras el derecho te ata a los problemas del mundo. Finalmente, parece que la literatura está ganando esa batalla. En algunos meses iré a Estados Unidos a estudiar una maestría en literatura. Pero ningún conocimiento se desperdicia en la mente de un escritor.

MIRA: Paul Montjoy Forti presenta poemario “Los monstruos frente al espejo”

¿Es necesaria la inspiración para escribir un poemario o una novela? O basta la disciplina.

La inspiración es el chispazo que puede venir o no. Más que inspiración, se requiere formar talento. No se puede ser escritor sin ser un buen lector, eso no existe. Este es un oficio y, como tal, se requiere de una formación que solo te la da la lectura. Puede venir el chispazo inspirador, pero si no está formado el talento, dudo que de ahí salga algo bueno. ¿Cómo se construye una casa sin materiales? Para formar el talento se requiere de disciplina porque, como dice Rosa Montero, la escritura es un oficio loco, es sentarse horas de horas delante de un ordenador para escribir mentiras, mundos paralelos, ficciones. Picasso decía que cuando llegue la inspiración que lo encuentre preparado. Pues, que me encuentre preparado y si no llega, igual ya se tiene formado el talento, lo que no se hace por inspiración se hace por transpiración, ¿no?

Hablemos del último libro. ¿Quién es Paul frente al espejo?

Paul frente al espejo es un hombre desnudo, lleno de dudas, de temores y frágil. Es un hombre provisto de sueños, ilusiones, metas. Es un hombre que lleva siempre un libro bajo el brazo, que tiene por otro lado un carácter duro como herencia familiar y ese carácter le ayuda a solucionar sus crisis, ese carácter le hace aparentar ser fuerte. Es un hombre lleno de defectos, de pecados y susceptible a la belleza. Un tipo que llora en los teatros y en el cine. Es terco, es empecinado y, como está un poco loco, se sienta a escribir todos los días. Ha publicado ahora último un poemario llamado Los monstruos frente al espejo que refleja un periodo de crisis en el que tuvo que deconstruirse para saber quién era, que tuvo que desechar la moral impuesta por la sociedad y su formación porque no le servía, que descubrió en la escritura un medio de sanación, de confesión de sus pecados. Es un tipo que eligió abrazar la vida, la libertad. Es, al fin y al cabo, un tipo que intenta ser feliz.

¿Consideras que se puede hablar de una literatura LGTB o es una etiqueta innecesaria?

Todo es útil para la literatura. En lo personal prefiero el uso del término ‘queer’, porque lo LGTB está enlazado necesariamente a la identidad de género y la orientación sexual. En cambio, queer hace referencia a una cultura, a una estética determinada que rompe la heteronormatividad. Lo queer es mucho más amplio que solamente la identidad de género. La literatura queer está en el Perú desde hace mucho tiempo con Valdelomar, Gonzalo Rose, Martin Adán, Jorge Eduardo Eielson, Oswaldo Reynoso y hoy existen muchos artistas talentosos que exploran esa temática. Por lo tanto, no creo que sea una etiqueta innecesaria, siempre y cuando se etiquete a la obra en particular y no se utilice para estigmatizar a los autores desde una perspectiva mayoritaria.

Uno sale del clóset también como escritor, ¿cómo fue tu proceso?

Sí, uno sale del clóset como escritor porque ningún padre espera que su hijo sea escritor. Esperan que sea ingeniero, doctor, abogado, aquello que mal llaman “una carrera de verdad”. Los padres, y sobre todo en un país como el Perú, se espantan cuando sus hijos les dicen que quieren ser algo relacionado al arte. En mi caso, como un chico de provincias, ni siquiera existía la posibilidad de ser un escritor, nunca fue una opción, ni en la casa, ni en el colegio. Yo me doy cuenta de que era un escritor cuando supe que no podía dejar de escribir y leer. Mi vida dejaría de tener sentido si eso pasa. Cuando esto ocurrió, yo me encontraba en la mitad de la carrera de derecho. Tuve que salir del clóset, tuve que sincerarme con ellos. Después sería el derecho lo que me daría la estabilidad económica para poder escribir y publicar. Y ahora me encuentro a puertas de irme a estudiar literatura afuera, con el dolor de mis padres posiblemente. Al final, uno siempre sale del clóset para sí mismo más que para los demás.

AUTOFICHA

  • “Soy Paul Montjoy Forti (Chiclayo, 1994). De chico escribía novelas cursis y poemas de amor terribles. La literatura es un modo de vida. Lo que más me gusta es encontrar un libro cuya lectura me fascine, me emocione, me atormente y no me deje dormir, como cuando era más joven. Hoy tengo 27 años”.
  • “Como lo que me pasó (la emoción y el impacto) con La isla del tesoro de Stevenson, La historia interminable de Michael Ende, La muerte en Venecia de Thomas Mann, El principito, los cuentos de Wilde, de Borges o, ahora último, con la prosa de Andrés Neuman”.
  • “Es una lástima que cada vez pase menos (la emoción y la fascinación). Quizá porque he ido perdiendo la inocencia o la capacidad de conmoverme, pero cuando sucede es un momento de plena felicidad. Por eso hago relecturas. Café, libros, escritura y vino definen mi día”.

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