Conversamos con el psicólogo Roberto Lerner. (Perú21/ César Campos)
Conversamos con el psicólogo Roberto Lerner. (Perú21/ César Campos)

Su uso de razón electoral se remonta al tiempo previo a 1980, que devino en su voto por Fernando Belaunde. Tenía 26 años y nunca había votado en el Perú. Regresaba al país luego de 10 años de ausencia. Estuvo en la Francia post mayo del 68 en París, en la resaca de las protestas. También pasó por Holanda y por la Israel socialdemócrata. Venía de un mundo que se había agitado. Y lo recibió un Perú en el colofón del gobierno militar. Volvió con gran expectativa. “Llegué a Lima y dije ‘puedo influir’. Fue emocionante”, recuerda Roberto Lerner sentado en el sillón, donde escucha a sus pacientes.

Esta vez el paciente es el elector peruano, que mañana volverá a las urnas para elegir a los congresistas que legislarán durante un año y medio. Sentamos al votante peruano en el diván del doctor Roberto Lerner, quien ya tiene a sus candidatos, pero reconoce que, 40 años después de su regreso al Perú, el ánimo, más bien, es de escepticismo, aunque, a la vez, sus palabras aún avivan el calor por el debate político.

¿Se vota por el qué o por el quién?

No sé de dónde se saca la percepción de que el acto de elegir, de votar es un acto racional, que uno hace una suerte de análisis costo-beneficio y lee los programas; eso no es cierto, no es cierto aquí y no es cierto en Suiza ni en ninguna parte. El voto es predeciblemente irracional. En otras palabras, tiene que ver mucho con los sentimientos de entraña, de simpatía; y luego, claro, viene el aparato más racional que le da forma, le pone términos y le da explicaciones. Como ocurre, y lo sabemos, con la idea de que el hombre económico absolutamente racional no existe. Esto es verdad para la gente más educada y para los países más desarrollados. Lo que pasa es que hay países donde esta irracionalidad o esta dimensión un poco impulsiva se somete o está regulada por tradiciones e instituciones. Es decir, como vivir en el norte de Inglaterra, en un pueblo que en los últimos 100 años votó laborista. Eso no hay en este momento y, entonces, predomina la parte más irracional e impulsiva. Por eso las elecciones no son cuestiones de grandes procesos intelectuales y racionales, eso no es verdad. En segundo lugar, los peruanos (desde 1980) siempre hemos escogido a quien menos miedo dio, en el fondo somos bastante cautos.

¿Eso quiere decir que el peruano no vota por el cambio?

El peruano no vota por el cambio radical ni por las transformaciones muy severas. Y hay que tener cuidado en los mensajes. Por ejemplo, después de años de gobierno militar, el eslogan de Armando Villanueva (del Apra) fue “Armando tiene la fuerza”. ¡No pues! Después de años de gobierno militar, Fernando Belaunde proponía: “Trabajar y dejar trabajar”. En ese sentido, no estoy de acuerdo con que el elector peruano es un elector idiota. Pero, nuevamente, elegir no es un acto racional ni intelectual, en el 99% de los casos y en el 99% de los lugares.

Entonces, ¿en esta elección qué buscamos?

Estas son elecciones descaradas (no en el sentido literal). Descaradas en el sentido de que no tienen caras. Y el Perú sí es un país que necesita caras. La gente está desorientada en ese sentido. Aunque eso va cambiando conforme avanza la campaña. Al final, la cara en este proceso electoral es (el presidente) Martín Vizcarra. Tenemos que llenar el sitio cuyo desalojo de alguna manera, casi, festejamos como si fuera un gol de la selección. Y luego de eso, yo buscaría que el próximo Congreso pueda construir unos consensos alrededor de cambios que hagan más legítima la representación para poder dedicarnos, de una vez por todas, a trabajar. Ya me cansé de la serie esta del enfrentamiento: quién vaca, quién disuelve.

¿Qué buscamos en esas caras?

Un sentido de dirección, alguien con quien identificarse. En una era de comunicación instantánea y redes sociales, la cara, el rostro ha vuelto a ser central.

¿Hay una línea delgada entre lo irracional del voto y lo pintoresco, lo ridículo?

La elección no está hecha por una masa de loquitos que se emociona y se le ocurre algo. Hay una racionalidad en esa emotividad.

¿En qué momento y cómo decidimos nuestro voto?

Depende. Hay un grupo de personas que tiene claro qué está en juego y en función de eso, probablemente, decide el mal menor. Hay un conjunto de gente que luego sigue a ese primer grupo y, finalmente, otro grupo que decide a último momento.

¿Qué influye en el elector?

El estado de ánimo que se va agregando, transmitiendo, contagiando y que tiene que ver con expectativas, vetos y temores.

¿Cuál es el estado de ánimo?

De descreimiento, pero también hay un estado de ánimo de una voluntad de renovación de personas, de un pedido de reglas claras que hagan que las cosas no dependan del apellido ni del poder ni del dinero ni de los contactos. Un estado de ánimo que también está harto de la bronca, del choque que busca eliminar a quien tienes al frente. Hay un ánimo que busca algo más transparente y armónico. Hay hartazgo del choque y la trampa.

¿Los candidatos conocen ese estado de ánimo?

En esa dimensión no lo saben. La gente no cree en las estadísticas y lo que no entiende la élite es cómo se forman los estados de ánimo ni cómo se transmiten.

¿Qué le dirías al elector que mañana volverá a las urnas?

Más que pensar en caras, piensen en grupos. En los que ofrezcan mayor posibilidad de entendimiento y de poder establecer algunos cambios que definan lo que vendrá después. Hay que mejorar la transparencia y la representatividad. En todos los grupos hay gente espectacular y gente que no lo es para nada. Que no sea por gusto la disolución del Congreso, que haya servido para construir una serie de nuevos consensos, para profundizar una serie de procesos que permitan que la gente pueda confiar nuevamente en las autoridades.

AUTOFICHA:

- “Soy Roberto Lerner Stein. Nací en Lima, tengo 68 años. Soy psicólogo, tengo PhD en Psicología. Siempre me he dedicado a la clínica, a trabajar con empresas, a ser conferencista. Probablemente lo primero que hice fue ser profesor, de colegio y de universidad”.

- “En 1990 me ofrecieron entrar en política, pero no acepté. Tengo clara una cosa: no soy una persona de organizaciones, yo digo lo que pienso. No funciono en la llamada disciplina partidaria, no me gusta. Pero en mi familia y el hogar el debate político es permanente”.

- “Los miércoles publico la columna ‘Espacio de crianza’ en Perú21. Y tengo un libro armándose, de artículos y reflexiones. Espero que salga este año. Sería el séptimo libro que publique. Me gusta tratar temas muy diversos. Pienso en escribir sobre el miedo a las palabras, este terror a ser incomodado”.