Stephany Orúe: “Antes las historias eran ajenas a nuestra cultura”
Stephany Orúe: “Antes las historias eran ajenas a nuestra cultura”

La primera vez que casi sale en televisión fue cuando tenía siete años. A diario, ella pasaba casi todo el tiempo sola con su abuelita, en el Callao, pues su mamá trabajaba y llegaba a casa por las noches. Era la abuela quien alentaba a la pequeña en sus primeros shows cuando hablaba frente a la pared, bailaba con la escoba y caminaba con tacones que le quedaban grandes. Un día, le dijo a su nieta que se vistiera para salir, se treparon a un micro y, en el camino, Stephany le preguntó a dónde iban. “Donde Ferrando”, le respondió. Llegaron al local de Panamericana y se encontraron una larga fila de gente adulta de todas partes que buscaba participar en el popular programa de televisión. Stephany no tenía idea de qué cosa podía hacer para el concurso y su abuela solo le dijo que hiciera exactamente lo mismo que en la casa: imitar, bailar y cantar. Cuando llegaron a la puerta, les informaron que únicamente podía pasar la persona que iba a concursar. Stephany, que ya estaba bastante nerviosa, no quiso entrar solita al canal y decidieron volver a casa.

Lejos de ser una experiencia que la detuviera, la ahora actriz, cantante y bailarina continuó muy ligada al mundo del arte. Llevó estudios profesionales de actuación y empezó sus primeros papeles en la televisión cuando recién se contaban historias de personajes provenientes de provincia que estaban cambiando la cultura popular nacional. Stephany nos cuenta sobre sus primeros años en la industria artística, su familia, su trabajo y reflexiona sobre los males que asolan nuestra sociedad, como el lamentable feminicidio de Katherine, la joven quemada en la plaza Dos de Mayo de Lima.

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-¿En qué momento descubriste tu vocación artística?

Desde chica siempre estaba saliendo con ocurrencias. Mi abuelita fue mi primera fan porque, como mi mamá trabajaba y yo no vivía con mi papá, ella era la que veía mis shows en la casa cuando hablaba con la pared, salía con la escoba, me ponía tacos. Ella siempre supo que mi alma era de artista.


-¿Fue una vocación de nacimiento?

Creo que lo del arte lo llevamos por una cuestión nata en mi familia. Tengo una tía que es muy histriónica, mi papá fue músico, era vocalista de un grupo que se llamaba Pax, de rock pesado. Por el lado de él, todos en la familia son músicos. Lo que no había era cultura teatral; por eso no sabíamos muy bien cómo encaminarme para desarrollar las actitudes artísticas que tenía desde niña.


-¿Y cómo decidiste que la actuación era a lo que te querías dedicar?

Cuando terminé el colegio, mi mejor amiga estudiaba Comunicaciones en la PUCP, y me habló de la Escuela de Teatro. Al inició me asusté porque no sabía toda la preparación que se necesitaba para ser un artista. Nos mostraron videos de los estudiantes haciendo esgrima, tocando flauta, piano, haciendo entrenamiento corporal. Yo en ese momento quería ser una artista de televisión: ser una dalina, una vedette que cantaba, bailaba y actuaba. No me imaginaba en un espacio teatral. Al final mi amiga me convenció a mí y juntas convencimos a mi mamá y empecé a estudiar en donde descubrí el amor de vida: el teatro.


-¿Te desprendiste pronto de la idea de estar en la tele?

En los noventa, mis maestros nos decían que era muy difícil vivir del arte porque no todos teníamos las mismas oportunidades. En la televisión no había historias en las que un protagonista sea físicamente como yo. De todo, lo que más me gustó fue el teatro y decidí que sería una actriz de teatro.


-¿Y cómo llegaste a la tele?

Es curioso. Estaba por terminar mi segundo año de estudios y fui la primera de mi promoción que empezó a trabajar en televisión. Hice un casting para una serie que se llamó Tiro de gracia. Estaban buscando una actriz de la selva, pero se les hacía difícil encontrarla allá. Preguntaron a la gente de la escuela si conocían a alguna chica para que haga el papel de la hija del protagonista y yo tenía el cabello largo y era súper joven. Yo estaba desenamorada de la tele, fui solo porque me habían recomendado, pero al final quedé. Grabé tres semanas en Tarapoto y luego ya no paré de trabajar en televisión.


-¿Qué otros papeles hiciste?

De pronto, yo entro cuando hay un cambio en la televisión, porque las historias que se empezaban a contar eran distintas. Fui la mejor amiga de Chapulín el Dulce, un provinciano que tuvo un gran éxito con su música en el país; en el Gran Reto contamos la historia de los danzantes de tijeras. Creo que fue un cambio atinado porque empezaron a abrazar nuestra identidad, nuestras raíces. Apostaron por historias más cercanas y se dieron cuenta de que lo que el público quería era verse a sí mismo en la televisión. Antes las historias eran ajenas a nuestra cultura.


-Algo que lamentablemente no cambia en el país es la violencia contra la mujer. ¿Qué debemos hacer ante este problema que ha dejado a una víctima más que fue quemada en la plaza Dos de Mayo?

Es algo que me indigna mucho. A veces pienso cómo no estoy en esos momentos, porque creo que nadie que vea una situación de violencia podría voltear a mirar la cara a otro lado y no hacer nada. De hecho, la gente reaccionó para ayudar, y eso es muy importante; todos debemos tomar acción y formar parte de esta lucha contra la violencia hacia la mujer y las injusticias que se cometen todos los días. Las autoridades deben buscar incansablemente al feminicida hasta capturarlo y que pague por el crimen que ha cometido.


AUTOFICHA

- “Soy Stephany Karina Orúe Rodríguez. Mi familia por parte de mamá es del norte, tengo parientes en Zorritos (Tumbes) y Catacaos (Piura). Por parte de mi papá, son de Madgalena. Yo soy del Callao, viví en casa de mis abuelos maternos, que tuvieron seis hijas mujeres y uno varón”.

- “Tengo un pitbull negro, se llama Django, es un perro imponente, cariñoso y siempre me defiende. Tiene diez años conmigo. Un amigo lo iba a adoptar, pero al final no lo pudo tener. Es cierto lo que dicen de que las mascotas se parecen a sus dueños”.

- “Mi papel en La omisión de la familia Colleman fue muy retador, porque Verónica, mi personaje, tiene una evolución que no para en toda la puesta en escena. Debía estar concentrada fuera y dentro de tablas. Pronto se vienen más proyectos musicales, de teatro y en el cine que ya irán conociendo”.