William Campbell es director de la Fundación Ayuda en Acción en Perú. (FOTO: LEANDRO BRITTO)
William Campbell es director de la Fundación Ayuda en Acción en Perú. (FOTO: LEANDRO BRITTO)

El hallazgo de un fraude cambió su vida. Le tocó auditar un proyecto de gran impacto: un programa radial en dirigido a mujeres. Reportó el delito de dos directivos y se frenó el proyecto. Lo que podría ser un logro, representó frustración porque se estaba privando de ayuda a miles de personas. Cuestionó su plan de . El contador William Campbell fue migrando gradualmente a la asistencia humanitaria.

Lima, Sao Paulo, Johannesburgo y Nairobi. Era la ruta de un viaje que duró cerca de 41 horas. Cuando iba abordar el vuelo en Johannesburgo, se dio cuenta de que había perdido la billetera, donde tenía la dirección en Nairobi, los datos de la persona que lo recogería y dinero. Entró en pánico, se le bajó la presión. Subió al avión oxigenado. Aterrizó en la capital de Kenia aquel sábado, a las 8 de la noche, con tres horas de retraso. “Si estaba yendo a hacer buenas cosas, algo bueno tendría que pasarme”, pensó. En el aeropuerto encontró un módulo de Oxfam, la para la que trabajaba. “Bienvenido, lo estamos esperando”, lo recibieron.

Lunes. Tercer día en Nairobi. Llegó a la oficina y halló una escena conmovedora. Se recordaba los 10 años de la matanza entre hutus y tutsis. Se estima que un millón de personas fueron asesinadas y unas 200 mil mujeres violadas. Una crisis olvidada por el mundo. Hutus y tutsis representaban el acto de reconciliación. “Todos estaban en lágrimas”, recuerda sobre aquel episodio de 2004. “Terminó por cambiar mi visión del mundo”, dice hoy el director de la Fundación Ayuda en Acción en el Perú, una de las organizaciones más importantes de ayuda humanitaria en el mundo. Y hoy se conmemora el Día Internacional de la .

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-Trabajar en temas humanitarios demanda una sólida vocación.

Sí. Es un trabajo muy sacrificado. Por eso mi admiración a hombres y mujeres que tienen un compromiso que muchas veces se pone por encima de la vida propia. Lo vemos hoy con las personas que están al frente, que exponen sus vidas para llevar kits de higiene, agua, saneamiento. Son personas que tienen familia, hijos y padres, y es evidente que donde van hay posibilidades altas de contagio. Pero es el compromiso de un trabajador humanitario.

-¿Esa vocación se cultiva?

De pronto hay una emergencia en Haití y mañana agarras una maleta y te vas para allá. Y te vas solo, donde estarás posiblemente un mes incomunicado. No es un ritmo de vida llevadero para todas las personas. Esa vocación se genera en los ámbitos familiares. Por ejemplo, mi esposa también trabaja en temas vinculados al desarrollo. Y hablamos constantemente de temas de ayuda y nuestros hijos crecen en ese ambiente. Mi hija mayor de 17 años ha tenido sus primeras actividades de voluntariado a los 16. El espíritu de ayudar a otras personas se va quedando como parte de tu formación humana.

-¿Hoy qué implica ser solidarios?

Ponerte en la situación del otro. Reconocer que hay situaciones en las que es indispensable salvar vidas y ayudar a personas que están sufriendo. Es indispensable ser empático y cuidarse.

-Acabamos de ver la tragedia con 13 muertos en la discoteca de Los Olivos, que estaba repleta de jóvenes en pleno estado de emergencia por la pandemia. ¿Por qué es tan difícil ser solidarios, entender la importancia de no reunirse socialmente?

No nos ponemos en el lugar del otro. No nos importa que podamos contagiar a alguien en casa. Once de los 13 fallecidos tenían COVID. Y 15 de los 23 detenidos también. Hay una niña de cuatro años que ha quedado huérfana. No estamos siquiera poniéndonos en el lugar de nuestros hijos. Al no ponernos en el lugar del otro, no visibilizamos las dificultades, la vulnerabilidad, el sentido de urgencia por la que pasan las otras personas. Es clave ponerse en el lugar del otro, hay que ser humano en toda su extensión.

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-¿Faltan campañas de concientización para saber del peligro del COVID o hay suficiente información?

Un poco de ambas. Los cambios que tienen que ver con ideas y creencias son muy difíciles de realizar solamente con campañas de concientización. Hay que ir más allá. Por ejemplo, trabajar la inmersión de las personas en las situaciones de riesgo. Intercambios con líderes zonales para que generen cambios. Pero nuestras actividades de inmersión en Ayuda en Acción no acaban con la pandemia, sino continuarán a través de programas de desarrollo para empleo y autoempleo, protección de la infancia, reducción de la violencia de género.

-El panorama pospandemia es sombrío. Creo que, lamentablemente, saldremos peor: más pobres, con menos empleo, con más casos de violencia de género, con más casos de corrupción.

Comparto en gran medida lo que mencionas. Salir de esto muy probablemente nos va a llevar unos diez años como país. Y esto se ve en que nuestro propio trabajo como organización de desarrollo nos está llevando a regresar a lo básico. En el Perú ya teníamos dos millones de ‘ninis’: ni estudian ni trabajan. Y ahora ese número se va a incrementar. En Lima Metropolitana la masa laboral se ha perdido en cerca de 40%. El escenario que se viene para la reconstrucción del país es muy desgarrador.

-Sin embargo, ¿podemos destacar que una de las virtudes del peruano promedio es ser luchador y solidario?

El peruano es solidario y en momentos de crisis ha demostrado que podemos lograr cosas inimaginables. El problema es que a veces el peruano es muy solidario con su entorno. Necesitamos ser solidarios con las personas que están fuera de nuestro entorno. Ahí tenemos que trabajar como sociedad. Ayuda en Acción está financiada por cerca de 10,500 personas que justamente miran ese entorno que va más allá del núcleo familiar. Tenemos que ser solidarios con el que no está en mi grupo de WhatsApp, con el que no está en mis redes sociales. Y hay que ser solidarios poniéndonos en el lugar del otro.

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AUTOFICHA:

- “Soy William Abelardo Campbell Falconí. Tengo 45 años, soy del 14 de agosto del 75. Nací en Lima. De padres y familia ‘peruchos’ hasta el año 1850. El Campbell que da origen a nuestro apellido viene de una madre soltera o viuda. Ella se apellidaba Campbell”.

- “Ella salió de Francia a Londres con su hijo de dos años. Y él se llevó el apellido Campbell. Esa familia llegó al Callao y nació mi familia que viene del puerto. Estudié Contabilidad en la PUCP. Tengo varios diplomados y una maestría de Ciencia Política y Relaciones Internacionales”.

- “También soy profesor en la Pontificia Universidad Católica del Perú desde hace once años, en la Facultad de Gestión y Alta Dirección. He dictado varios cursos, pero los más importantes son Gestión Social y uno que tiene que ver con la movilización de recursos para las intervenciones de desarrollo”.

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