¿La pelota no se mancha? Aquella expresión parece no pasar de una frase maradoniana. Pero en esta columna no vamos a hablar de ‘El Diego’, la ambigüedad más grande que tiene este deporte. El en Perú será nuestro tema, nuestro pintoresco campeonato, nuestras diferencias generacionales y de género, y por su puesto nuestros icónicos arbitrajes.

En solo dos semanas, un hecho tras otro en un amplio contexto futbolístico, nos recuerda constantemente que la estructura que desarrolla nuestro fútbol sigue siendo endeble, informal, desorganizada y por qué no decirlo, corrupta.

Se denuncia que en el marco de la aprobación de los nuevos estatutos, la Federación Peruana de Fútbol (FPF) realizó pagos de hasta cinco mil dólares a los presidentes de las ligas departamentales.

La polémica fue aclarada por el presidente, Agustín Lozano. Sin embargo, periodistas denuncian presiones por parte de esta entidad, previó a la votación realizada hoy, en la que finalmente se admitieron las disposiciones.

Los constantes malos arbitrajes distraen de lo futbolístico y toman el protagonismo, de manera negativa. Penales inexistentes y otros no cobrados, faltas y manos invisibles, entre otros.

La FPF accede a desconvocar a algunos jugadores de la selección peruana sub 23, pero sólo de algunos equipos.

¿Cuál es la norma que rige?, ¿cuáles son los criterios que se toman para las decisiones?, ¿cuánto hay que esperar para que se aproveche el verdadero potencial de nuestro fútbol?

Tendríamos que dejar de acostumbrarnos a vivir al borde de la suspicacia, lo traslúcido y turbio. El fútbol tiene que ser gestionado por gente capaz y especialmente honesta. Necesitamos una reforma general que funcione, no más incertidumbre, que de esa ya tenemos bastante en nuestra política.

El fútbol en el Perú: Traslúcido pero profesional