No es momento para críticas. Tenemos más de 20 días para analizar lo bueno y lo malo. (Rafael Cornejo)
No es momento para críticas. Tenemos más de 20 días para analizar lo bueno y lo malo. (Rafael Cornejo)

Nos colamos. En el último suspiro, la ha prolongado la agonía por 180 minutos más a todo el pueblo peruano. La alegría no es completa, pues en noviembre nos volveremos a jugar la vida ante Nueva Zelanda y esta vez no hay margen de error.

El Nacional era el infierno en la tierra. El hincha sabía cuál era su tarea y superó las expectativas. Desde la llegada del equipo hasta el pitazo final, la tribuna reventó minuto a minuto.

Un primer tiempo para el olvido. Al equipo le pesaba la enorme responsabilidad de llevar a la blanquirroja a un mundial tras 35 años. Pases imprecisos, balones largos y nulas ocasiones de gol. Ladraba frente al televisor pidiendo más garra, más hambre de gloria, estamos jugando de local.

Argentina ya ganaba al cierre de la primera mitad con doblete de Lionel Messi y tanto Pékerman como Gareca tenían que formular la estrategia para los últimos 45 minutos.

Pero al gramado del campo saltó un nuevo rostro. Alberto Rodríguez no podía continuar en el juego y despertaba el miedo entre los hinchas. Pero estaba Araujo, que contra Argentina mostró solidez y dio confianza al fondo del campo. El reloj volvía a correr y todos volvíamos al 'parto'.

Y una lágrima se deslizó por todo aquel que ama el fútbol cuando James descontó para la visita. Silencio total en el Nacional y el partido a cuestas.

No encontrábamos el gol. Más pelotazos y Paolo no podía solo contra la sólida defensa cafetera. André Carrillo deambulaba por el césped y Gareca tomó la fría decisión de reemplazarlo por Yordy Reyna.

Cueva por la banda y Yordy reforzando el ataque junto al 'Depredador'. Una figura más ofensiva que poco a poco se iba plasmando, aunque tímidamente.

El último cambio: Yotún por Ruidíaz.

Era a todo o nada.  Dos media punta en busca de una ocasión de gol, pero nada. Y de repente tiro libre para Perú. Aldo Corzo, el jugador al que menos fe le hemos tenido (lo reconozco), metió la mitra, puso todo en un despeje y le dejó la mesa servida a Paolo Guerrero.

Recién me entero que era tiro libre indirecto. Guerrero nunca vio al juez levantar la mano y apuntó directamente al arco. Gracias, Ospina por intentar retener el balón. La esférica ingresaba en la portería y el marcador volvía a la paridad. 1-1. Euforia total.

Solo recuerdo haber visto el balón dentro, no sé cómo, no sé por qué. Corrí, corrí como loco, sin explicación alguna, con lágrimas en los ojos. Grité por los 35 años que intentamos, pero no pudimos.

Pero seguíamos sufriendo. Chile podía convertir en cualquier momento y arruinar nuestras ilusiones antes de que pudiéramos pestañear. Colombia quería asegurar su clasificación y no se iba a apiadar de nuestra situación, pero Gallese respondió, porque no es un arquero de medio pelo.

Ya en el último suspiro, Perú y Colombia sellaron un pacto de mutuo acuerdo. Brasil goleaba a Chile y en el Nacional ambos clasificábamos. El balón se meció durante los últimos tres minutos que agregaron y solo sirvió para mejorar la posesión del balón en las estadísticas.

El silbato sonó por última vez en el estadio y Lima tembló. Jugamos como siempre, pasamos como nunca. Nos colamos. Ahora hay que esperar un mes más, al igual que cuando le ganamos a Ecuador en Quito, para saber si el sueño sigue intacto.

No es momento para criticar, escuché por ahí, y es verdad. Tenemos más de 20 días para analizar lo que se hizo bien y lo que no, estudiar al rival y armar la estrategia ideal. Vamos a tener que madrugar, les aviso, como cuando vimos a los 'Jotitas' en el Mundial Sub-17, pero valdrá la pena.

Hace tiempo que no estamos tan cerca. Es hora de celebrar que —al menos— vivimos por 180 minutos más, es hora de salir a las calles y agradecer por tanto. Nunca he visto a Perú en un mundial, pero hoy más que nunca creo en que se volverá en una realidad.