Contender la tragedia que acarrea los días de , en especial en los lugares más vulnerables, no lo haces transitando sobre calzadas llanas y veredas adoquinadas, ni mucho menos esperando confiadamente que la infraestructura te favorezca o que las autoridades lleguen a ayudarte inmediatamente. Es todo lo contrario, caminas cuantiosos kilómetros de trocha cubierta de lodo y piedras, respirando polvo cada segundo. Adoptas la habilidad de una cabra montés para permanecer en lo más alto de los cerros, haciendo faena con tus impotentes manos mientras ruegas a tu fe que esta vez no te toque perderlo todo.

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TRÁFICO EN CHACLACAYO

El reloj marca las 6:20 de la mañana del 15 de marzo. La movilidad me recoge en mi casa y voy en dirección al diario. Veinte minutos después tengo los equipos listos para ir a Lurigancho - Chosica, uno de los distritos de Lima Este que está dentro de la lista negra del cruel ciclón Yaku. ¿El motivo? Voy a ir las principales ollas comunes que se han visto gravemente afectadas tras las precipitaciones y activación de las quebradas.

Durante los primeros minutos del viaje todo aparenta calma. El auto se ambienta de canciones de Frankie Ruiz y La Caro Band para amenizar la travesía. El clima está templado, aunque se siente bochorno. Mi despreocupación cambia a incertidumbre al entrar a la Carretera Central, en el distrito de Chaclacayo, exactamente en el Puente Morón. Un arcoíris de camiones y autos particulares atascados en la vía impiden avanzar sin saber qué lo origina.

Son las 8:11 a.m. y la impaciencia con el calor me empiezan a ganar. Divisé a colegas caminar junto con otras personas que iban también a Chosica, eso me empujó a realizar el éxodo con ellos. Me puse las botas y armé la mochila con los equipos. “Voy a tener que bajarme y caminar hasta el punto de encuentro con Jessica Gálvez (Coordinadora de las Ollas Comunes de Lima Este, Lurigancho - Chosica) sino, nunca llegaré. Te mando mi ubicación cuando llegue al lugar”, le dije a la conductora del auto.

El encuentro era en la entrada de Santa Inés. Calculé en el aplicativo del celular la distancia, eran 3.9 kilómetros. En los primeros metros, no había señales de dificultad en el camino. A la altura del Parque Central de Chaclacayo, se podían divisar pequeños riachuelos a orillas de las veredas, buscando algún drenaje a la cual desembocar. La tierra se convirtió en lodo y el camino era ligeramente empinado. A las 9:55 a.m me encontré con Jéssica en la entrada de Santa Inés. Ella era quien me haría el recorrido por las ollas comunes. Hasta ese momento la fila de vehículos aún no terminaba y mucho menos avanzaba.

Tránsito vehicular restringido en Puente Los Ángeles, Lurigancho - Chosica. (Foto: Pierre Jeanneau)
Tránsito vehicular restringido en Puente Los Ángeles, Lurigancho - Chosica. (Foto: Pierre Jeanneau)


OLLAS COMUNES Y COMEDORES


Para ingresar a la primera ollita, tenía que bajar unas escaleras, esa zona sigue siendo Santa Inés, pero la parte baja, es decir, la zona aledaña a la ribera del río Rímac, en el kilómetro 26.5.

Ese lugar se encuentra olvidado como los otros tantos asentamientos humanos a los que visité. Casas armadas con triplay, cartón, calaminas y piedras. No cuentan con luz, agua ni desagüe. Sobreviven ante la indiferencia de sus autoridades año tras año. A esa hora de la mañana, los propios pobladores estaban en el trabajo de limpieza y preparación de sacos terreros para impedir la siguiente lluvia.

Para llegar a la olla Malecón de Santa Inés y al comedor Alfonso Cobián de Hijos de Santa Inés - Chaclacayo, los vecinos me permitieron ingresar por sus casas y así acudir más rápido al módulo. Al pasar por sus viviendas, cada rincón de su pequeño hogar era peor que otro. Calaminas destrozadas, barro acumulado, y electrodomésticos malogrados. Todo esto es parte con lo que tienen que lidiar en estos días de lluvia.

En la olla Malecón Santa Inés, las mamitas no pueden preparar los almuerzos porque su cocina quedó inutilizada, y no saben cómo alimentar a las personas de extrema pobreza en esta complicada situación. En el comedor Alfonso Cobián no tienen techo y los alimentos como el arroz y la papa se pudrieron por la acumulación de agua. Alrededor de 30 personas de escasos recursos se encuentran sin comer debido al paso del ciclón Yaku. “Tenemos costales de arroz que ya no sirven prácticamente, papas y otros alimentos igual. Las lluvia sigue cayendo y no sabemos como solucionar este problema”, dijo Maribel, presidenta del comedor Alfonso Cobián.

A las 11:00 de la mañana salí de Chaclacayo para ir a Chosica. El siguiente comedor por visitar estaba en el sector de Yanacoto, Quinta Zona - Ampliación. Para ese momento el tráfico desapareció, sin embargo, se empezó a sentir los primeros avisos de lluvia. Veinte minutos tardé en llegar al comedor Lucerito. Este comedor sitio presenta un caso similar al anterior, donde el huaico no encontró un cauce y abrió paso por las viviendas, desmantelando todo el módulo. Además, se encuentra en una zona altamente peligrosa, dado que lo único que lo rodea son enormes piedras que ante un derrumbe por un huaico más fuerte, toda desaparecería. “Ayer en la noche hemos estado trabajando porque el huaico ha pasado por el comedor. Este comedor abastece a 50 personas. Queremos que las autoridades verifiquen este lugar”, comentó Martha, presidenta del comedor.

Comedor Lucerito en el AA.HH Yanacoto - Quinta Zona - Ampliación (Foto: Pierre Jeanneau)
Comedor Lucerito en el AA.HH Yanacoto - Quinta Zona - Ampliación (Foto: Pierre Jeanneau)

A la 1:52 p.m. bajé para ir a la olla Bendición Guadalupana, que está en la misma carretera. Las mamitas de aquí no solo entregan almuerzos gratuitos a personas de escasos recursos, sino también atiende casos sociales. Durante estos primeros días de lluvia en el distrito, algunos vecinos le prestaron calaminas, mesas, entre otros objetos porque el primer huaico que pasó terminó por desmoronar todo a su paso. A diferencia de las demás ollas mencionadas, esta sigue atendiendo y preparando almuerzos con buena sazón a las personas. “Hemos seguido trabajando a pesar de esta dificultad que está pasando porque los comensales siguen viniendo. Entonces no hemos parado a pesar de todo”, dijo Carmen, tesorera de la olla común.

Olla común Bendición Guadalupana (Foto: Pierre Jeanneau)
Olla común Bendición Guadalupana (Foto: Pierre Jeanneau)

Todavía en Chosica, la siguiente parada fue en la olla común Mujeres Emprendedoras del AA.HH. Luis Bueno Quino, en el Puente Caracol. Allí la señora Graciela, quien cocina para más de 30 personas, tuvo que suspender la entrega de alimentos y llenar sacos de arena durante la noche porque el agua ingresó a su módulo impidiendo cocinar. Además, señaló que ese espacio es prestado hasta que tengan uno propio. Ella se encuentra preocupada porque debe devolverlo en abril en buenas condiciones.

Olla común Mujeres Emprendedoras en el AA.HH Luis Bueno Quino - Puente Caracol (Foto: Pierre Jeanneau)
Olla común Mujeres Emprendedoras en el AA.HH Luis Bueno Quino - Puente Caracol (Foto: Pierre Jeanneau)

La última olla común que visitamos está en el AA.HH. Nicolás de Piérola, más conocido como Quirio, el más grande del distrito de Lurigancho - Chosica. A las 3:25 p.m. me encuentro con las mamitas de la olla común del Señor de Huarmey, quienes claman por ayuda, ya que su pequeño módulo de madera también sufrió los estragos de las lluvias, y lo más probable, al igual que todas las anteriores, es que siga sintiendo la fuerza de la naturaleza mientras dure el ciclón Yaku.

Olla común del Señor de Muruhuay en el AA.HH Nicolás de Piérola - Quirio (Foto: Pierre Jeanneau)
Olla común del Señor de Muruhuay en el AA.HH Nicolás de Piérola - Quirio (Foto: Pierre Jeanneau)

El común denominador de todos estos lugares es abrumador. Zonas completamente en ruinas. Hay casi o poco nada que pueda servir. Son las 3:50 p.m., y mientras bajo de lo más alto del cerro para volver a Lima, es imposible no pensar en la suerte que tengo, sin embargo, reflexiono sobre todas esas personas, no solo de las ollas comunes y comedores, sino también los pobladores que perdieron todo. Cada testimonio que escucho lo amortiguo con el pecho en silencio.


REGRESO A LIMA


Son las 4:00 p.m. y subo al auto para volver a la redacción. De pronto, apenas arrancó el auto, el parabrisas es salpicado por miles de gotas. Las nubes se tornan grises y grandes. La lluvia se desató y la activación de las quebradas es de esperarse.

Estoy varado desde las 4:15 p.m. en la Carretera Central con el ligero temor de si volveré vivo a casa. Ya pasó una hora y ningún auto avanza. La pista se empieza a llenar de agua. Hice lo mismo que en la mañana, caminé para ver qué es lo que había sucedido. En efecto, había dos huaicos adelante, uno en el sector de Chacrasana y otro en la quebrada Los Laureles. Retornar a Lima hoy parece imposible.

Huaico en el sector Chacrasana del distrito de Lurigancho - Chosica (Foto: Pierre Jeanneau)
Huaico en el sector Chacrasana del distrito de Lurigancho - Chosica (Foto: Pierre Jeanneau)

La impaciencia de algunos conductores busca vencer a la fuerza del huaico y quieren cruzar la vía a como dé lugar. La policía de tránsito se hace presente en Chacrasana e impide el paso vehicular tanto de ida como de vuelta. Algunos buses de transporte público y mototaxis “hacen su agosto” cobrando S/1.00 el trasbordo a los pasajeros desde Chacrasana hasta Quirio. Pregunté a un policía cuánto tiempo tardaría para que los vehículos puedan avanzar, a lo que el efectivo solo dijo: “Es un factor climatológico. No sé cuánto tiempo va a demorar”. Claro, no se puede hacer nada frente al poder de la naturaleza como esta, si durante décadas las autoridades no hicieron nada tampoco.

Aunque la lluvia se detuvo, en Los Laureles la situación sigue empeorando. El huaico ha sido grave y un tramo de la carretera está cubierta por unos 40 centímetros de agua y lodo, lo que imposibilita el pase de vehículos menores y camiones. Son las 7:00 p.m. sigo en Los Laureles y ya no veo absolutamente nada porque los postes de luz no funcionan. El lugar aqueja varios problemas, la maquinaria para despejar la vía se descompuso y dos camiones en ambos sentidos se malograron. Una grúa debe llegar para retirarlos.

Mientras vuelvo al punto donde estuve varado, parece que todos aceptaron que pasarán la noche en la carretera. Los camiones y autos apagan sus luces y motores. Una vez adentro del auto, todo se convierte en un silencio inquietante.

Son las 11:00 p.m. Y si en Lima se escuchan grillos cuando el cielo oscurece, las personas de aquí duermen bajo el rugido del río Rímac. Las rocas bajo el caudal se mueven y suenan como un recordatorio de la fuerza que tiene y que no debes subestimar.

Vehículo varados en la Carretera Central (Foto: Pierre Jeanneau)
Vehículo varados en la Carretera Central (Foto: Pierre Jeanneau)

A estas horas me pongo a reflexionar sobre lo ocurrido en el día. Ponerse en el lugar de los que menos tienen es el primer paso para estrellarte con tus prematuros conceptos y asimilar otras realidades. Aunque he podido vivir experiencias con personas de escasos recursos, tan solo haber estado entre dos huaicos, fue una gran preocupación. Para ponerme a buen recaudo solo es volver casa, pero aquellos que no tienen a donde ir, deben quedarse y enfrentarlo. Más aun cuando un día como hoy, 15 de marzo, se cumplen 6 años de aquella imagen de Evangelina Chamorro resurgiendo entre los escombros y el lodo, luego del fenómeno de El Niño en 2017.

A la 1:25 a.m. del 16 de marzo se escucha al unísono que los motores se encienden y los faros son una luz de esperanza y alivio. La carretera se despejó y puedo volver a salvo.

Si bien mantuve contacto por celular con mis compañeros de trabajo sobre lo sucedido, algunas horas no hubo comunicación, sentí soledad por unos segundos. Aunque esto no es ni una pizca de lo que sienten las personas de los AA.HH. a los que fui: olvidados por las autoridades.


DATO


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Carretera Central bloqueada por huaico en Chosica-Chaclacayo