El Centro de Lima es tierra de nadie. (Foto: Perú21)
El Centro de Lima es tierra de nadie. (Foto: Perú21)

Mañana, tarde o noche, el es tierra de nadie. Contaminación sonora, desorden, suciedad y caos son postales que se ven a diario.

Desde antes de las 8 de la mañana, llegan los primeros ambulantes a ocupar las calles. Los jirones Cusco, Puno, Ayacucho, Andahuaylas, Inambari y Paruro son los preferidos por los informales.

Ambulantes venden todo tipo de productos en la zona.
Ambulantes venden todo tipo de productos en la zona.


A medida que va avanzando la hora, llegan cientos de informales nacionales y extranjeros que venden desde plásticos, ropa y lentes de sol hasta comida al paso.

Al promediar el mediodía, los alrededores de la Calle Capón y el Mercado Central se vuelven imposibles de caminar.

Calle Capón luce abarrotada de informales.
Calle Capón luce abarrotada de informales.


Al caos se le suman los vendedores de frutas que con un potente megáfono ofrecen paltas a dos soles, tres mandarinas a un sol, piñas bastante maltrechas, entre otros alimentos perecibles.

La presencia de serenos de la Municipalidad Metropolitana de Lima y de la Policía no es suficiente para poner orden en la zona.

Cuando cae la noche es peor. Los comerciantes ocupan todo el espacio posible de las calles e incluso llegan al puente Balta. Ponen sus exhibidores de ropa, zapatillas, carretillas con chanfainita y caldo de gallina y el griterío no cesa.

Ante una emergencia, las ambulancias o camiones de bomberos no podrían pasar por la zona y, si lo hacen, demorarían una eternidad en llegar a salvar vidas.

Muchos transeúntes y trabajadores que laboran en la zona se preguntan qué pasó con la manoseada promesa de convertirnos en potencia mundial y si esta es la capital que el Perú merece.


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