"El Congreso, empecinado en hacer oídos sordos al clamor de la ciudadanía, se ha negado a trabajar por un adelanto más perentorio que el inicialmente anunciado". (Foto: GEC)
"El Congreso, empecinado en hacer oídos sordos al clamor de la ciudadanía, se ha negado a trabajar por un adelanto más perentorio que el inicialmente anunciado". (Foto: GEC)

El adelanto de elecciones se caía de “Maduro”, desde que estaba en el poder y el país entero descubriera que no solo es que nunca estuvo preparado para gobernar, sino que, además, según la Fiscalía, formó una organización criminal para beneficiarse y beneficiar a sus amigos y aportantes de campaña con millonarias obras.

Es decir, si le tocó a Dina Boluarte recortar el periodo presidencial para el que fue elegida como parte de la plancha, se debió a la extrema torpeza de Castillo de autoeliminarse tempranamente gracias a su penoso, patético golpe de Estado. Pero podría decirse, asimismo, que por la acumulación de tarjetas (investigaciones y acusaciones de corrupción), un eventual recorte tenía que estar en la agenda del Congreso y el Ministerio Público.

Sin embargo, el Congreso, empecinado en hacer oídos sordos al clamor de la ciudadanía, se ha negado a trabajar por un adelanto más perentorio que el inicialmente anunciado. Ayer no se alcanzó la votación requerida para poner como fecha tope de las nuevas elecciones a diciembre de 2023. Antes que pensar en el Perú y la paz social, los otorongos decidieron aferrarse a sus curules con uñas y dientes.

Como si no supieran que la situación ya era insostenible para el Perú mucho antes del intento de golpe. Retrocedamos, si no, a las semanas previas al 7 de diciembre. La nación entera estaba paralizada por los conflictos en las zonas mineras, el caos en la economía y la administración de los recursos del Estado era manifiesto, y el desborde del delito en calles, pistas y veredas asolaba las principales ciudades del país.

La urgencia de programar nuevas elecciones en el menor plazo posible es porque se necesita descomprimir la presión social y que aparezcan nuevos liderazgos, que respondan realmente a una renovación de la clase política con profesionales competentes y honestos.

Es incomprensible que el Congreso no termine de entender y asumir el papel histórico que le corresponde. Obviamente no se podrán realizar todas las reformas políticas antes de esa fecha, como pretextan algunos otorongos. Los plazos son cortos, de hecho, pero no queda otra. El cambio debe ser decidido en las urnas.

Y cuanto antes, mejor.