(Foto: Reuters)
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Con inusitada violencia, las protestas que se iniciaron en Santiago se propagaron por todo el país. El saldo, 20 muertos y cuantiosas pérdidas por vandalismo. Las principales líneas del metro destruidas y saqueo de decenas de supermercados. El balance de daños supera los US$300 millones y meses de reparación.

La barbarie se inició luego de una leve alza en las tarifas de transporte que, según analistas, fue la gota que derramó el vaso. Se incubó la indignación por expectativas frustradas y la violencia se decantó. La petulancia e indiferencia del Gobierno de Piñera la precipitó, pese a ganar las elecciones con una mayoría histórica.

¿Lecciones para el Perú?

El Gobierno debe estar atento a las expectativas ciudadanas, instruir sin populismos sobre la realidad del país, las estrategias en marcha y las limitaciones. La paciencia y la obediencia no son virtudes de las democracias de hoy y las ineficiencias del Estado generan un gravísimo malestar a la ciudadanía.

Hay diferencias notables entre Perú y Chile respecto al grado de desarrollo: Chile, con un PBI cercano a los US$16,000 millones año, duplica el de Perú.

La pobreza en Chile marca 10%, en Perú pasa el 22%. Chile triplica nuestro gasto per cápita en salud y educación. Nos faltan años de buen crecimiento para alcanzar el bienestar del Chile de hoy. Las comparaciones son desafortunadas, distintas son las prioridades de ambos países. En suma: Mucha solidaridad y trabajo pendiente, poco por comparar, y nada para destruir.

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