Esta feria no solo no debería desaparecer sino que debería multiplicarse y llegar a todos lados. Es parte de la estrategia para luchar contra la inseguridad alimentaria que nos gobierna, señala la columnista. (Foto: Facebook / Agroferias Campesinas)
Esta feria no solo no debería desaparecer sino que debería multiplicarse y llegar a todos lados. Es parte de la estrategia para luchar contra la inseguridad alimentaria que nos gobierna, señala la columnista. (Foto: Facebook / Agroferias Campesinas)

Hace 8 años se creó la agroferia campesina, gracias al impulso de Apega y el BID, y con ella se rompieron tres mitos. El primero y más importante es que sí era posible comprar directo al productor, sin tener sobrecostos ni tener que depender de intermediarios. Además, un segundo mito del que pudimos deshacernos fue el siguiente: no era necesario perdernos en los altos costos de los sellos “orgánicos” para saber que llevábamos a nuestra mesa productos de altísima calidad. Descubrimos que la comida sana podía ser accesible y que alimentarnos mejor no era solo una opción para quienes tenían más dinero. Por último, un tercer mito no vinculado al valor alimenticio es que esta feria ocupó la calle, cuando se instaló por más de 5 años, cada domingo, en la Av. Brasil. Con esto nos demostró también que la calle puede ser nuestra y sirve para muchas cosas más que solo dejar autos pasar.

Las agroferias campesinas han sido y son una revolución y, en mi caso personal, es un proyecto muy especial pues ha crecido junto a nuestra familia. No solo mi pareja tuvo la oportunidad de trabajar unos años en la estrategia comunicacional de la misma sino que mi hijo Amadeo tiene la misma edad que la feria. Tenemos recuerdos y fotos de él gateando en la pista de la Av. Brasil, aprendiendo a caminar entre sus stands y reconociendo los sabores, probando las comidas y disfrutando de una alimentación sana.

Hemos sido testigos directos de cómo la feria ha evolucionado, brindado oportunidades a los productores que se las merecen y ofreciendo productos de altísima calidad a muchísimas familias como la nuestra. Hemos visto cómo se pudieron adaptar al contexto de la pandemia, luego de tener que ajustar sus procesos pues al inicio no tenían la capacidad de atender los pedidos que les llegaron. E incluso, a pesar de ese fracaso inicial, sus clientes se mantuvieron fieles y les dieron la oportunidad del aprendizaje, hasta que hallaron una buena fórmula.

Por ello, sorprende que un proyecto tan potente como este vea, nuevamente, amenazada su existencia. La Municipalidad de Lima y la Beneficencia de Lima no estarían renovando el contrato con ellos para que continúen usando como locación el Puericultorio Pérez Araníbar –al cual se mudaron durante la pandemia– ni tampoco ofreciendo un plazo razonable para permitirles buscar una nueva locación. Si esto continúa así, el día de hoy domingo 31 será el último en el que podamos adquirir productos saludables y contribuir con la economía de 70 familias productoras.

Esta feria no solo no debería desaparecer sino que debería multiplicarse y llegar a todos lados. Es parte de la estrategia para luchar contra la inseguridad alimentaria que nos gobierna y para atender la crisis de salud pública en la que vivimos constantemente. Está circulando una petición en para recolectar firmas de apoyo a la Agroferia: ¡súmate! y levántate hoy y anda a comprar ahí tus productos de la semana.