Es prematuro escribir lecciones sobre lo que nos dejará el coronavirus. Hablemos en 18 meses, superada la pesadilla.

No es la primera vez que la humanidad enfrenta situaciones dramáticas. En los últimos 120 años hemos sufrido dos guerras mundiales, con la pérdida de decenas de millones de vidas y una epidemia de gripe que, estiman, fulminó a 50 millones de personas.

Lo importante hoy es pasar la pandemia con el menor número de víctimas y sin destruir la economía, preservando el aparato productivo y salvando el mayor número de puestos de trabajo.

El Gobierno necesita confianza y obediencia para ejecutar la estrategia de contención. Con una infraestructura de salud pobrísima, la principal herramienta pública es quedarse en casa, pero no es suficiente. Urge habilitar más centros de atención a enfermos, más hospitales de campaña y adecuación de estructura disponible para servicios hospitalario. Pronto el número de infectados críticos no tendrá dónde atenderse.

El Gobierno debe acelerar la adquisición de kits de pruebas, equipo hospitalario, máquinas de ventilación y accesorios de protección. Urgen planes de alimentación básica masiva. El sector privado necesita confianza, flexibilidad y apoyo para seguir operando.

¡Más cercanía público- privada! Urge flexibilizar el mercado laboral; más flexibilidad para emplear y para remunerar. Más facilidades para trasladar trabajadores. Los lineamientos para el rescate financiero de las empresas fueron dados días atrás. ¡Hay que actuar en su ejecución con mayor velocidad! Cada día cierran empresas y se pierden puestos de trabajo. No se debe esperar más.

¿Y el Congreso? Está corroído de populismo. Debería colaborar y abstenerse de legislar en lo económico.

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