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Redacción PERÚ21

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Gianfranco Castagnola,Al.Mercadogcastagnola@peru21.com

Margaret Thatcher es un personaje polarizante, que genera admiración o encono. Es razonable que suceda con quienes cambiaron el curso de la historia y fueron fieles a sus ideales. El Reino Unido que ella heredó era una nación en decadencia, fruto de décadas de políticas socialistas que produjeron una economía estatista, ineficiente e inflacionaria. Sus reformas de los 80 fueron un ejemplo que luego siguieron muchos países: liberalización y desregulación de los mercados, privatización de empresas estatales –con introducción del capitalismo popular–, siempre teniendo al individuo y sus libertades en el centro de su visión de las cosas. Gracias a ello, el Reino Unido resurgió. Esto también se dio en el ámbito de la política internacional, donde recobró el protagonismo perdido. En la región se la critica por la guerra de las Malvinas. Este triste evento, provocado por la dictadura argentina, le dio, paradójicamente, el capital político que necesitaba para impulsar sus reformas, en momentos de debilidad de su gobierno. Cometió excesos propios de quienes no hacen concesiones a sus ideales, pero es innegable que su legado es positivo. Que los gobiernos laboristas que la sucedieron hayan mantenido sus políticas es la mejor prueba de ello.