El Perú está lleno de quejosos. Gente que se abruma diciendo lo mal que está el país y de paso le joroba el día a los demás cristianos. La economía, la seguridad, el empleo, la corrupción, los venezolanos, la inversión y el tráfico son un desastre –bueno quizás con lo del tráfico tengan razón–. Lo mires por donde lo mires, nos agarra toro. Curiosamente por lo general las quejas vienen de aquellos que más tienen –y no quiero decir comparativamente–, de los que en EE.UU. se llaman el one percent. Estos sí nunca contentos y si contentos, siempre les falta cinco pa’al cambio.

Hace poco un one percenter se quejaba porque el crecimiento de este año será menor del proyectado; lo tomaba como una ofensa personal. Por tratarse de alguien básicamente honesto intelectualmente admitió que a pesar de las adversidades, su Grupo cerraría este año con buenos resultados. Es un ejemplo de lo que llamo detractores: te digo que la cosa está hasta el queque, aunque en el fondo a mí me va bastante bien.

Luego están los que quieren que nos vaya mal, punto. Se hunde Sansón con todos los filisteos y de paso también se lleva las columnas del templo. “Siempre sostuve que todo está pésimo y que el país se irá a la mierda en bote. ¿Y vieron? Tenía la razón”. A estos los llamo catastrofistas.

Y luego está todo el resto del país.

Millones que no analizan cada proyección, ni se cuestionan tanto. Que no leen columnas como esta –ni ninguna otra– porque están enfocaos en llegar a tiempo al trabajo. Porque si estás recogiendo paltas al sol en Ica, te importa un rábano el PBI. Sabes que tienes chamba, que cobras a fin de mes y tienes claro que eso es lo que hay que cuidar. Después del intento de asonada copycat chileno/colombiano del lunes pasado quedó claro que nuestra realidad es otra –también que nuestro servicio de inteligencia aprendió de los ejemplos anteriores– para desgracia de los detractores y catastrofistas que veían llegar el apocalipsis y cumplirse sus peores predicciones. La asonada no prosperó porque nadie los siguió. Intrigada le pregunté a A., quien nos brinda algunos servicios puntuales, por qué la gente no marchó. “¡Qué voy a perder mi tiempo en marchas!”, contestó riendo. “¡Yo tengo que trabajar para pagar mis tarjetas a fin de mes!”.

Esa es la mayoría del Perú. Un país de chamberos que pide que los dejen trabajar en paz. Esa es la principal tarea de este Gobierno y todos los demás. Paz para trabajar. Puede que la inversión venga del 25% de los peruanos, pero si el otro 75% no recoge las paltas aquí no come nadie. El Gobierno debe meter el hombro, mostrar un poco más de entusiasmo y de ideas para la construcción nacional*. Pero el país es de todos. Nadie lo quiere más ni menos y la primera tarea es que seamos todos peruanos por igual.

(*Continuará...)

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