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Redacción PERÚ21

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Juan José Garrido,La opinión del directorDesde los 50, a los peruanos nos han machacado la necesidad de industrializarnos; léase pasar de una economía agrícola-minera a una industrial, donde nos beneficiamos de la creación de valor agregado (piensen, de piedras y habas, a joyería y enlatados).

Pero estamos en el 2014. La revolución industrial, en estricto, nos pasó un poco de costado. El mundo desarrollado vive la revolución tecnológica: la nanotecnología, la computación cuántica, la biotecnología, entre otras, cambiarán radicalmente el mundo y nuestra forma de vida (cómo trabajamos, comemos y nos comunicamos, qué usamos para transportarnos y cómo nos educamos, etc.).

¿Cuál es nuestra actual matriz productiva? Según los registros, estaría basada en materias primas (tal vez un 22% entre minería, agricultura, pesca y otros), complementada por una precaria (pero creciente) industrialización y un fuerte componente de comercio y servicios (más o menos 64%). Esos son los números, pero los canales de transferencia de unos sectores a otros cambian la importancia entre ellos, con lo cual es difícil establecer –a ciencia cierta– qué predomina.

¿Cuál es nuestra matriz de competitividad? Aquí empiezan los problemas: en mi opinión, mercados libres a medias (comparen la libertad de exportar e importar o de precios frente a las regulaciones laborales, sectoriales, entre otras); un paupérrimo nivel educativo, precarias instituciones e insuficiente infraestructura. Con esto no llegaremos muy lejos, menos aún si nos ponemos arrogantes (¡ya la hicimos!) y apuntamos –ilusamente– a convertirnos en Corea del Sur en un quinquenio. De nuevo, esta es una opinión.

Y esto es, tal vez, lo peor de todo: si revisamos, en serio, ni siquiera hemos empezado un debate alturado que responda a estas dos preguntas básicas. Para empeorar las cosas, los pocos foros donde se tocan estos temas son o muy académicos y pocos los siguen, o establecidos por intereses privados (empresariales, sindicales o político-ideológicos). Tenemos, creo, muchísimo por hacer. Pero, hasta que no respondamos estas preguntas básicas, seguiremos avanzando sin una idea certera del país que queremos.