(FOTO: Twitter @presidenciaperu)
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La apretada alocución que ofreció ayer el presidente Pedro Castillo en el Parlamento, para defenderse de la moción de vacancia, constituye una grotesca burla al país, una falta de respeto no solo a la inteligencia de los peruanos sino también a la democracia como sistema de gobierno y, cómo no, al Congreso. Cuando la ciudadanía esperaba que respondiera los 20 cuestionamientos contenidos en la moción, el mandatario se limitó a leer muy ufano ante el Pleno unas cuantas páginas plagadas de lugares comunes como toda argumentación contra la iniciativa vacadora, antes de marcharse y cederle el lugar a su abogado defensor.

Además del palabreo y los trabalenguas acostumbrados, la breve presentación incluyó atuendo con banda presidencial, para alegar simplemente –autoinvestido como constitucionalista y súbitamente docto en jurisprudencia– que los hechos ya habían sido abordados en la anterior moción de vacancia y, por lo tanto, nadie podía ser juzgado dos veces por lo mismo.

Y antes de irse casi con las mismas dijo también, en ese discurso al paso, que se le quería sancionar por ilícitos de terceros que están aún en etapa preliminar de investigación, y que si se había llegado al debate de la moción era únicamente por el linchamiento mediático del que era objeto (como si la evidencia acumulada por el Ministerio Público no existiese o fuese insuficiente). Tan reiterativa como las resobadas alusiones a “mi pueblo”, hacerse la víctima como coartada para evitar rendir cuentas de sus actos parece ser el deporte favorito del hombre de Chota.

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Lo cierto es que los 20 puntos del cuestionario que debía absolver ante el Pleno, quedaron sin respuesta, pues su abogado maniobró solo a base de tecnicismos y galimatías presuntamente jurídicas para insistir en lo dicho por su defendido: que no existían pruebas en su contra, que los delitos de los funcionarios nombrados por el presidente no lo implicaban a él, que ninguno de los cuestionamientos constituía causal de incapacidad moral permanente, etc, etc.

En buena cuenta, más de lo mismo, cero arrepentimiento y ninguna propuesta seria que pudiera significar un cambio de rumbo o dejar de ejercer su mandato como lo hace, sea en la sombra o a la luz pública. Al margen de la votación obtenida, queda claro que el profesor Castillo sigue sin aprender nada.

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