El chifa no se mancha
El chifa no se mancha

Las declaraciones de Germán Málaga para explicar el teje y maneje del Vacunagate han sido una radiografía de la cuchipanda detrás de la repartija de vacunas. A pesar de sus esfuerzos por intentar hacer pasar por casual una situación inaudita, sus declaraciones han sido una prueba irrefutable de que los criterios médicos fueron arrinconados por el que sería un traficante de intereses.

El mismo Málaga señaló que vacunaron a César Loo, dueño del Chifa Royal, porque la delegación china se había cansado del Burger King y quería comer chifa. Cierto o no, ¿qué clase explicación es esta? ¿Loo cocina y hace delivery él mismo sin ayuda de nadie? ¿Los del Burger King eran inmunes? Un buen chijaukay siempre será mejor que una Whopper, pero esa es una discusión para la crítica gastronómica que poco importa ahora.

Málaga también confirmó que vacunó a su hija porque ella “quería ver a sus abuelos” y que vacunó a empresarios porque eventualmente necesitaría dinero para una obra. Junto al infame “no me puedo dar el lujo de enfermarme” de la exministra de Relaciones Exteriores y el falso “el capitán es el último que abandona el barco” de la exministra de Salud, Málaga ha dejado frases que ayudarán a atender la decepción generalizada vivida en febrero de 2021 mientras 1,000 peruanos morían al día por COVID.

A esas frases para la histeria se suman las sombras de corrupción que han comenzado a cubrir la compra de vacunas. Según informó Perú21 ayer, funcionarios que eran parte del comité que recomendó no firmar contrato con AstraZeneca, en octubre, ya habían sido vacunados en setiembre. ¿Por eso se demoraron las firmas de los contratos?

Aun con todo eso, tienes que ser un vacador crónico para siquiera deslizar que es necesario que la Mesa Directiva del Congreso renuncie –y con ella Sagasti– para cambiar de gobierno. ¿Qué tienen que ver ellos con la traición de otros? No se pasen.

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