Invocaciones, recomendaciones, promesas: ¡ahora tienen la oportunidad! Como cuando se les pregunta a las personas, ¿qué harías si te quedan siete días de vida? Y, claro, todos nos volcamos, en el escenario fantasioso de nuestras mentes, a la comunicación de pareja o familiar, a esa pasión que pusimos en el desván para cumplir con nuestros deberes, a esa tesis que no nos permite la colegiatura profesional o a esa obra que soñamos en nuestra adolescencia.

Claro que lo que está ocurriendo va a reordenar las prioridades, nos va a demostrar que lo imprescindible no lo era para nada o tanto, que hay esfuerzos y trabajos que no veíamos, que las convicciones van a ceder el paso a una humildad impuesta.

Pero esto no es un vacío ni un paréntesis para pagar deudas del pasado ni ponernos al día con oportunidades perdidas. Esto es nuevo, diferente, incierto, inaudito, una experiencia para la que no estábamos preparados. Y darle sentido, generar estrategias para enfrentarlo, es la tarea central de hoy. ¿Qué funciona, qué reduce daños, qué potencia y nos ayuda a disminuir las pérdidas?

Porque andar pregonando que en tiempos extraordinarios tenemos la oportunidad de hacer lo que no hicimos en tiempos ordinarios es injusto, incluso cruel. Justamente, lo que parecía vital en la cotidianidad previa deja de serlo en estas circunstancias. Ser mejor que nuestras versiones habituales es un objetivo equivocado.

Ser diferentes, aprender que podemos hacer otras cosas, que, ¡oh, sorpresa!, hay en nosotros y quienes nos rodean recursos desconocidos y facetas sorprendentes, es quizá una mejor manera de enfrentar la incertidumbre.