“La plata ayuda, pero lo que más sentido le da a la vida es la familia, los patas y el sentirse útil”. (FOTO: GEC)
“La plata ayuda, pero lo que más sentido le da a la vida es la familia, los patas y el sentirse útil”. (FOTO: GEC)

En diciembre del año 2020 tuve una experiencia traumática. Estaba jugando un partido de dobles en tenis con tres amigos y a uno de ellos le dio un infarto. Lo llevamos, a toda velocidad, a la clínica más cercana y, cuando llegamos, tenía una arteria obstruida al 90%.

Su vida pendía de un hilo, y el doctor nos dijo que había solo un treinta o cuarenta por ciento de probabilidades de que sobreviviera.

Yo cogía la mano de mi amigo, quien increíblemente, según palabras mismas del doctor, permanecía consciente, mirando todo, sudando frío, quedándose en silencio para no gastar la más mínima energía, ya que estaba toda destinada a sobrevivir.

Yo lo vi en sus ojos, él quería vivir. Se aferraba a la vida con todas sus fuerzas, a pesar del miedo y el dolor. Han pasado tres años, y está vivo. Es un guerrero. Pero no ha sido nada fácil, perdió parcialmente la visión en un ojo y tuvo que dejar por mucho tiempo el deporte, siendo un gran tablista y buen tenista.

Para muchos de nosotros, el mejor antidepresivo es el deporte; es muy duro perderlo de un día para otro. Por supuesto, tuvo que cambiar radicalmente su alimentación, que probablemente fue uno de los factores principales de su infarto. Además, la dieta influye en cómo nos sentimos.

Saliendo del mar hace unos días conversé con él. Me contó que aún le debía plata a un amigo suyo que había pagado una de sus operaciones; tuvo varias y buenos doctores, pero en el camino le tocó uno que era un “tomador”, un carero, y, aprovechándose de la situación, le cobró cientos de miles de soles por una máquina que en otras clínicas de Lima, mejores incluso, costaba la quinta parte.

El amigo de mi amigo es millonario, estudió en MIT y hace un tiempo vendió su empresa de tecnología en Estados Unidos por 150 millones de dólares. Pero mi amigo es un “dador”, quiere pagar su deuda a pesar de que sabe que su amigo acreedor no necesita la plata. Mi amigo es sabio: sabe disfrutar de la vida, pero sabe que también estamos acá para dar, para devolver y para desplegarnos.

Está volviendo poco a poco a las olas y al trabajo. Me dijo: “La plata ayuda, pero lo que más sentido le da a la vida es la familia, los patas y el sentirse útil”.