Cuando el que viene no borra lo del anterior. (USI)
Cuando el que viene no borra lo del anterior. (USI)

Si bien una guerra comercial no se trata de un enfrentamiento bélico, como todo conflicto supone altos costos que las partes en contienda, y el resto del mundo en un contexto globalizado, deben asumir.

Por ello, la guerra comercial que están iniciando China y EE.UU. debe merecer toda nuestra atención. Las consecuencias negativas sobre las economías de las dos grandes potencias van a afectar la demanda (y, por ende, el precio) de una serie de productos que compran a terceros países. Siendo China y EE.UU. nuestros dos principales socios comerciales, esta situación debe preocuparnos.

Sin embargo, toda guerra también genera oportunidades económicas. La reconstrucción de Europa post Segunda Guerra Mundial y la guerra de Corea permiten explicar el crecimiento del Perú durante el gobierno de Odría. En tanto, esta guerra comercial en ciernes incrementa los aranceles chinos a la soja estadounidense, países productores de este y otros alimentos, con TLC con el gigante asiático, pueden verse favorecidos.

Pero no todo es económico, también existe un ámbito político. La complicación de la disputa puede obligarnos a tener que tomar posición por alguna de las partes. A nivel multilateral, es muy probable que Perú tenga que apoyar a China, irónicamente líder del libre comercio en la región del Asia-Pacífico. Considerando lo poco tolerante que es Trump, ¿podríamos esperar algún tipo de represalia? Recordemos que hace poco EE.UU. anunció aranceles al acero, incluso para Canadá y México. Aunque después retrocedió, las alarmas en ambos países ya se habían encendido.

Nuestro país no es un actor importante en este problema, pero sí deberíamos tener mucho interés en lo que pueda suceder.