Evo Morales, expresidente de Bolivia (AFP)
Evo Morales, expresidente de Bolivia (AFP)

Ayer el Consejo de Ministros anunció el impedimento de ingreso al país al violento activista boliviano Evo Morales y a otros ocho ciudadanos de ese país que siguen a pie juntillas su modelo azuzador. Todos ellos venían inmiscuyéndose en asuntos internos del Perú, enardeciendo a la población en contra del gobierno, principalmente en la región altiplánica.

Una medida que ciertamente respaldan los demócratas peruanos, pues Morales y sus adjuntos entraban y salían del país como Pedro por su casa, en visitas de claro tinte político, “en clara afectación a nuestra legislación migratoria, a la seguridad nacional y al orden interno del Perú”, como indica el comunicado del Ministerio el Interior.

Otárola fue claro: “No ingresan al Perú personas que amenazan el orden interno. Es una decisión firme que prioriza la vida, dignidad e integridad de miles de familias peruanas”.

Como se había informado, en las últimas semanas, desde la caída y detención del golpista Pedro Castillo, el expresidente boliviano venía dando declaraciones públicas contra la legitimidad del gobierno de Dina Boluarte, al tiempo que participaba en eventos que promovían actos de violencia en la zona de Puno.

Desde el primer día del anterior régimen, Evo Morales se convirtió en un asiduo visitante del territorio peruano, en calidad de invitado estrella a sucesivos cónclaves de organizaciones cocaleras y a eventos políticos, como aquellos realizados por el Partido Magisterial y Popular, fundado por los seguidores del expresidente Castillo, cuyas bases gremiales provienen de la Fenatep y el Conare-Movadef, organismos de fachada de Sendero Luminoso.

Líder del Movimiento al Socialismo (MAS-IPSP), que actualmente gobierna Bolivia, Morales gozó de una insólita libertad –facilitada por dirigencias y autoridades locales vinculadas a la izquierda radical– para predicar su ideología, sobre todo en la zona sur del país, que es donde justamente se vienen produciendo en estos días los mayores enfrentamientos entre pobladores y fuerzas de seguridad.

Ya era hora de que se le pusiera en su sitio. El Perú no necesita de indeseables que vengan a entrometerse en asuntos internos y mucho menos a promover desórdenes sociales que atentan contra nuestra democracia y la vida de los peruanos.

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