(Produce)
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Una de las glorias locales que más brillo internacional le ha dado a la cultura peruana en los últimos años es, qué duda cabe, nuestra comida. En la última década la cocina peruana no ha cesado de obtener reconocimientos, y no solo ha sostenido, sino que además ha acrecentado un prestigio que, de paso, fortaleció el atractivo turístico de estas tierras, con todo lo que ello comporta en generación de divisas y proyección de una imagen positiva del país en el exterior.

Esta culinaria, sin embargo, si bien antigua, popular y arraigada en la biodiversidad de nuestras regiones, pudo dar ese gran salto gracias a la visión empresarial y el profesionalismo de un puñado de chefs y restaurantes que con el tiempo abrieron camino a una floreciente industria, cuya expansión, nacional e internacional, parecía no tener techo. Hasta que llegó el COVID-19.

La cuarentena obligó a un prolongado cierre de todos los establecimientos de comida. Y, como en muchos rubros de negocio, el inevitable lock-out los ha llevado al límite de sus economías, si es que no directamente a la quiebra.

Hacia la última semana de junio el gobierno anunció por todo lo alto que, como parte del proceso de reactivación económica, los restaurantes pronto tendrían permiso para volver a recibir público en sus salones, si cumplían un conjunto de protocolos de inminente difusión. No obstante, pasan los días y los consabidos protocolos continúan sin aparecer. A través de un comunicado, estas empresas –que invirtieron ya en costosos equipos de protección y reestructuraron sus espacios y operaciones– han expresado su alarma por tan inexplicable demora, recordando que los establecimientos formales del rubro han sido pioneros en el cumplimiento de normas de seguridad alimentaria y sanitaria, así como en alcanzar “estándares máximos de excelencia en sus procesos y productos”.

Son 50 millones de soles que el gremio en su conjunto pierde cada día: no hay razón pues para que la indolencia de algunos funcionarios del Estado –a quienes parece pesarles la mano para firmar resoluciones y normativas que a estas alturas no tienen ningún misterio para nadie– esté haciendo que más y más restaurantes peruanos tengan que cerrar definitivamente.