Foto: AFP
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Ser izquierdista es ser un parásito amoral que forma parte de una logia que destruye el cuerpo que han infestado y que arrasa a sus opositores mediante el uso de órganos que controlan (JNE, JNJ, Fiscalía y Poder Judicial).

En su caso, los suyos no delinquen, yerran. Ellos relativizan todas sus marranadas y mueven su maquinaria para invisibilizar o relativizar sus tropelías. Manejan sus propias reglas de conducta que riñe siempre con todo lo que tenga que ver con la legalidad y el respeto de las leyes y procesos. Queman, destruyen, bloquean y esquilman y, cuando se les pone en evidencia, tuercen los conceptos y anteponen sus “preceptos morales” frente a las reglas para los demás.

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Apoyaron a un incapaz y sinvergüenza como Castillo que hizo añicos la economía, la institucionalidad y fueron muy benevolentes frente al golpe. Se aliaron con Vizcarra para cerrar ilegítimamente el Congreso y proteger negociados mientras se perpetraba un crimen de lesa humanidad que se llevó a más de 200,000 peruanos y, en el descaro máximo, culparon a los privados y no a los organismos que controlaban como el Ministerio de Salud, regentado por el infame Zamora o la cobarde Mazzetti.

Protegen a la corrupta Villarán, la que a la fecha no solo no tiene juicio, sino que le alargaron las pesquisas fiscales por 36 meses más para darle más tiempo en libertad. A muchos otros, por menos, los apresaron.

Tampoco cuestionaron a la Vero, la novia eterna de los políticos delincuentes de izquierda. Nunca dijeron nada del desbalance patrimonial de la improductiva Sigrid o del apropiamiento de Indira que cobró miles de dólares al Estado (en realidad, de los que pagamos impuestos) amparada en la mentira que este asesinó a su padre y no Sendero. Callaron también cuando los hijos de Francke lactaban del erario siendo ministro de Economía.

Esta izquierda fue, es y seguirá siendo el mayor parásito y enemigo del Perú.


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