Riesgos a futuro. (Rafael Cornejo/Perú21)
Riesgos a futuro. (Rafael Cornejo/Perú21)

Ayer, en “Inmenso reto”, sostenía que el gobierno ppkausa tiene un extraordinario desafío por delante: demostrarles a las clases medias y bajas que, en efecto, cumplirán con la prometida “revolución social” que, hasta el momento, se traduce en ampliar la cobertura de agua potable y desagüe al 100%, así como reducir la pobreza a un 15% para 2021.

Son retos importantes, sin duda, y difíciles de cumplir: para bajar cada punto de pobreza (hoy en 20.7%, INEI 2016), se requiere de una tasa de crecimiento mayor que en el pasado, ya que es cada vez más difícil incluir a las poblaciones vulnerables en zonas alejadas de la malla de infraestructura y comunicaciones, así como de los mercados y del conocimiento.

Llevar adelante la “revolución social” será mucho más difícil de lo que parece, por un lado, por lo explicado líneas arriba y, por el otro, por las expectativas de crecimiento e inversión: ambas, por más optimistas que seamos, no regresarán a los dígitos de antaño. No, al menos, con mejoras cosméticas en el ambiente de negocios y los sistemas de incentivos.

Lo más probable entonces, asumiendo leves mejoras, es que la cobertura mejore un poco y la pobreza baje otro tanto, pero sin lograr las metas prometidas por el gobierno. ¿Cuáles serían las implicancias políticas de ello?

Bueno, para empezar, es evidente que dejarán la puerta abierta a un oportunista populista, alguien que quiera vender el cielo en la tierra; el problema, dirá el oportunista, no es el objetivo, sino el modelo y el gobierno: apuntarán a los prejuicios populares (gobierno de derecha proempresarial), y ofrecerán una “verdadera” revolución social (una que, ya sabemos, nos ofrecen desde 1821).

Por supuesto, dicho oportunista puede salir de casi cualquier esquina: desde la izquierda radical hasta una derecha tecnocrática (con la pequeña diferencia de que acuse al gobierno, no al modelo). La falta de una partidocracia madura y estable, por cierto, agrava la situación.