(Midjourney/Perú21)
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Con frecuencia se escucha decir que el Perú está polarizado. No es cierto. El 80% no sabría por quién votar si mañana hubiera elecciones; y, si se presenta una lista de opciones, lo que se observa es una gran dispersión. El Perú no está políticamente polarizado, sino fragmentado.

Lo que sí es cierto es que nuestro sistema electoral de dos vueltas lleva a la polarización y que hay partidos a los que les conviene la polarización. Es el caso de Fuerza Popular y de A.N.T.A.U.R.O. En la medida en que los demás partidos no se unan en alianzas atractivas, los candidatos de estos dos partidos pasarán a la segunda vuelta electoral. Esa es la principal conclusión de una investigación presentada en el último Perú21Foro con datos de una encuesta confidencial de Ipsos.

Aunque las elecciones parecen lejanas, el proceso preparatorio ya empezó. El próximo 12 de julio es el último día para que quienes aspiran a una candidatura se inscriban en un partido político y el 12 de abril de 2025 —dentro de nueve meses— es la fecha en que deben convocarse oficialmente las elecciones generales.

La inscripción de Alberto Fujimori en el partido fundado por su hija Keiko ha movido el cotarro, pero la verdad es que es improbable que el gesto del expresidente se concrete en una candidatura. No tanto por su avanzada edad — este 28 de julio cumplirá 86 años—, sino porque su condición de indultado, no amnistiado, le impide postular a cualquier cargo público hasta que haya cumplido toda su condena y haya pagado su cuantiosa reparación civil. Por otro lado, la maniobra no se justificaría: las encuestas no muestran una diferencia significativa en el respaldo electoral al padre y la hija. Cualquiera de los dos podría pasar a la segunda vuelta, pero luego más de la mitad del electorado dice que definitivamente no votaría por ninguno de ellos.

Todo indica que el plan fujimorista es enfrentarse a Antauro Humala en la segunda vuelta, con la esperanza de poder ser el “mal menor” frente a un candidato tan extremista. Por eso no reformaron la Constitución cuando tenían mayoría absoluta, entre 2016 y 2020, para impedir que exconvictos de crímenes graves puedan postular; y por eso presentaron una propuesta inviable la semana pasada en el Congreso. Como se sabe, una reforma constitucional requiere dos legislaturas sucesivas, y prácticamente ya no hay tiempo para que esto ocurra antes de la convocatoria a las elecciones generales.

¿Es inevitable una segunda vuelta entre Keiko Fujimori y Antauro Humala? No necesariamente. Podría, por ejemplo, surgir algún candidato de izquierda que sea atractivo para el electorado que votó por Pedro Castillo y que crezca en el mundo andino en desmedro del respaldo que hoy tiene Humala en esas regiones.

Entre ambos polos, podría surgir también algún candidato de una tercera vía que los supere si es lo suficientemente audaz como para hacer una campaña “anti-establishment”. En tiempos de crisis y desesperanza, la población busca un “mesías” que la lleve a la tierra prometida, un líder dispuesto a pelear y derrotar a su enemigo. No hay espacio para candidatos moderados o conciliadores.

Un ejemplo de campaña “anti-establishment” exitosa ha sido la de Javier Milei en Argentina. Más allá de los válidos cuestionamientos a su ideología —como los que desarrolla Yesenia Álvarez en su artículo “Un liberalismo sin libertad” ayer en Perú21—, lo cierto es que Milei fue un estupendo candidato: identificó a “la casta” peronista y mercantilista como rival, la atacó con furia y supo despertar la esperanza en que Argentina volviese a ser una economía pujante mediante un discurso impactante y dramático.

No es replicable la campaña de Milei en el Perú, pero sí se puede identificar una “casta” a combatir. La población detesta a la clase política, a la que califica de corrupta. Además, como se ve continuamente en el Congreso, esta casta está vinculada a grupos de interés que actúan al borde de la ilegalidad y que consiguen leyes populistas en su beneficio. Son el equivalente a los empresarios y sindicatos mercantilistas que combatió Milei en su campaña.

A su vez, el Perú tiene buenas razones para recuperar la esperanza. Las condiciones macroeconómicas son mucho mejores que las que encontró Milei en Argentina y la diversidad de nuestro potencial productivo da pie a explicar que es posible aspirar a un crecimiento a tasas altas si se rompen los nudos de burocracia y corrupción que lo frenan. El desafío está en que los electores de sectores populares “enganchen” con ese mensaje, que no lo vean como el tradicional discurso del “candidato de los ricos” que quiere un Estado más chico. La clave está en comunicar con empatía y energía la promesa de la vida peruana.

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