“En el Facebook todo el mundo es feliz” me dijo un paciente una vez, haciendo referencia a que la gente pone su mejor versión, sus mejores fotos, pareciendo la familia Ingalls, o la pareja más enamorada del mundo aunque por dentro se estén sacando los ojos o siendo infieles. Lo cierto es que en algunas redes y en la publicidad se nos dibujan realidades idealizadas, perfectas, parecidas a las novelas o a las revistas de belleza. Aunque parezca mentira, mucha gente se lo cree y sufre, comparándose y sintiéndose inferior. Esto afecta autoestimas y estados de ánimo. Vivimos en una era exhibicionista y voyeurista. “El grass siempre se ve más verde en el jardín de al frente”.
Por otro lado, está lo que sucede con la prensa y las noticias, que es, en cierta medida, opuesto: Todo es malo, todo es negativo, todo es duro. Parece ser que así como algunos se alimentan de realidades “perfectas”, de apariencias e idealizaciones, a otros les gusta consumir morbo y toxicidad. Las noticias nos enrostran sucesos terribles y espantosos hora por hora, causando afecciones emocionales y psicológicas. La mayoría de periodistas parece haber perdido la responsabilidad y la función de su trabajo, que es informar de manera imparcial, no la de ser activistas. En nuestro país las cosas están sesgadas, parcializadas y esto solo abona en el drama de la polarización y la fragmentación.
Lo que necesitamos como sociedad es tender puentes, escuchar, escuchar de verdad. La polarización y la parcialidad nos hace daño, nos mantiene en la ignorancia y en la desinformación. La verdad siempre es amplia, compleja y profunda. No seamos, pues, tan estrechos, simplistas y superficiales. Hay que leer a todos, hay que escuchar a todos, aunque no nos gusten. Pero, sobre todo, hay que cultivar la consciencia, la conexión interior y el autoconocimiento.