La ausencia y el dolor
La ausencia y el dolor

COLUMNISTA INVITADA

POR MARISOL PÉREZ TELLO

El Día del Padre me pone triste, sentimental… por años he tratado que mi hija no lo note –porque tiene a su papá– y que la alegre reunión familiar disipe la ausencia. Vivo con un hueco en el alma que ha sido envuelto en mi fe y sublimado en el amor a mi papá.

En este traté de imaginar el dolor de las miles de personas que están llorando a sus padres o a sus hijos, pérdida y ausencia en medio de desconcierto y soledad, y no pude. A la separación y el hueco se suma la impotencia de no haberlo despedido, la distancia que no se pudo recorrer, la despedida desesperada al entrar al hospital del que nunca salió. No puedo imaginarlo pero me duele.

Este Día del Padre agradecí a los héroes que se fueron salvando y cuidando nuestra vida, policías, militares, servidores penitenciarios, enfermeros y médicos que se enfrentaron a la muerte con valentía y responsabilidad pero dejando, en quienes los aman, ausencia y vacío. Solo nos queda agradecer porque sus vidas fueron entregadas por las nuestras en un acto de amor que no debemos olvidar.

En medio de estos actos de amor, pienso en la violencia en el hogar. La cifra espantosa de denuncias que se cuentan por miles me resulta incomprensible; es racionalizado y está normado para responder con hogares de residencia, medidas cautelares, intervenciones de la unidad de protección especial, medidas urgentes y servicios del Estado que en cuarentena se enfocan en casos de flagrancia, violencia sexual, feminicidio y tentativa grave, porque no hay capacidad para atender por riesgo leve y moderado.

Esto sobrepasa lo que puedo entender y procesar, quizá por ser tan cruel y poco natural que no se proteja a quien se debería amar con toda el alma, quizá por eso no lo vemos o no lo queremos ver.

Pensé compartir contigo mi dolor y lágrimas por no tener a mi papá y que me abrace y me diga que todo estará bien, para pedirte que hagamos algo por acompañar a los que están sufriendo en esta etapa y los sumemos a hacer algo más y juntos agradecer a los héroes y siguiendo su ejemplo nos sumemos en silencio a proteger a los más débiles, a esos para los que la muerte de quien debía protegerlos será un alivio.

Hemos aprendido el valor de un abrazo y añoramos darlo a quienes amamos, hemos descubierto las caricias como un escudo de protección frente a todo aquello que podría hacernos daño; seamos ese escudo con un compromiso de prevención y denuncia frente a la violencia y sanemos poco a poco como sociedad, que el dolor despierte en nosotros la capacidad de comprometernos con el otro y que, como dice la canción… no nos sea indiferente.