Martín Naranjo: Competencia versus informalidad (Foto: GEC)
Martín Naranjo: Competencia versus informalidad (Foto: GEC)

La competencia en el sistema financiero peruano es intensa, bienvenida y necesaria. Actualmente, en nuestro medio operan 16 bancos, 10 financieras, 12 Cajas Municipales, 7 Cajas Rurales, 9 Edpymes y 438 Cooperativas de Ahorro y Crédito. Además, operan 9 empresas especializadas en productos específicos como Leasing o Factoring, y 13 de servicios complementarios como las emisoras de dinero electrónico o los almacenes generales. También operan cuatro intermediarios estatales: el Banco de la Nación, Cofide, Agrobanco y Mivivienda. Que sean más de 500 intermediarios para una economía de las dimensiones de la nuestra es un dato interesante, pero mucho más importante desde la perspectiva de la competencia es que el mercado de crédito peruano es un mercado abierto y que la información de las deudas de personas y empresas es pública y muy disponible.

Que un país con grado de inversión tenga un mercado abierto implica que las personas y empresas peruanas pueden tomar crédito de fuentes globales. Las empresas más grandes y completamente formales tienen información contable auditada interna y externamente que facilita el adecuado monitoreo por los mercados; por ello, las necesidades financieras de estas empresas se atienden en un ambiente de la más intensa competencia entre la banca nacional, la banca internacional y los mercados de capital. Esto, además, hace que los datos de concentración que ignoran las deudas de las empresas peruanas con el resto del mundo no nos estén informando debidamente.

En el otro extremo, el de la informalidad completa y las mypes, también tenemos competencia muy intensa. Nuestra industria de microfinanzas compite incluyendo, bancarizando y reteniendo a sus clientes con un tipo de banca que mezcla analítica y un servicio de asesoría muy cercano. Estas metodologías de crédito han evolucionado adaptándose a las características de nuestro aparato productivo en la base de la pirámide, son intensivas en capital humano y tienen costos sustancialmente mayores que los de la banca comercial. Una vez que un cliente es bancarizado también queda empoderado a través de su historial de pago que es público y que es el que permite que el resto de las instituciones compitan ofreciendo mejores tasas. Así, el mercado de compra de deudas es uno de los más activos en nuestro sistema.

En el espacio intermedio, el de los grados de informalidad variable según el ciclo económico y según el acreedor, es mucho mas difícil que funcionen en todo el rango las metodologías de evaluación de la banca comercial o de las microfinancieras porque las posibilidades de generar, de validar o de acceder a información confiable y evaluar debidamente los riesgos son mucho más limitadas. Lo que parece un problema de competencia es, en realidad, un problema de informalidad en esa escala de clientes; este problema de informalidad no es independiente de nuestra regulación ni de nuestro sistema de justicia. Por lo tanto, si queremos seguir reduciendo las tasas, incluir e introducir mayor competencia, resulta indispensable trabajar para reducir la informalidad.


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