La capital de Alemania conmemoró el 53 aniversario del inicio del levantamiento del Muro de Berlín. (Reuters)
La capital de Alemania conmemoró el 53 aniversario del inicio del levantamiento del Muro de Berlín. (Reuters)

El viernes se cumplieron 29 años de la caída del muro de Berlín que, durante 28 años, fue símbolo de la Guerra Fría. Hoy, el muro ha estado más tiempo en el suelo que el que estuvo de pie. El entusiasmo que despertó ese momento llevó a economistas y politólogos, como Francis Fukuyama, a hablar del “fin de la historia”, seguros de que las dudas sobre el mejor modelo político y económico para organizar nuestras vidas habían sido finalmente zanjadas.

Bajo esa premisa, si bien el fascismo había ganado fuerza entre 1930 y 1940, y el comunismo se había expandido durante la segunda mitad del siglo XX, la caída del muro significaba el fin de esas amenazas a la democracia liberal asociada con los DD.HH., la economía social de mercado, la separación de poderes y la igualdad ante la ley.

El entusiasmo no duró mucho. 29 años más tarde, vemos que la historia no solo no llegó a su fin, sino que parece repetirse. La democracia y las libertades se ven amenazadas ante una nueva forma de nacionalismo que las desprecia. Figuras como Trump, Putin, Bolsonaro, Le Penn y sus acólitos de la derecha local son, por decir lo menos, selectivos cuando de libertades, igualdad ante la ley o DD.HH. se trata. No recuerdo que esa haya sido la promesa tras la caída del muro.

El mundo está pasando por una transformación que el ombligismo peruano no está viendo. La desilusión frente al agotamiento de la propuesta neoliberal de los noventa ha creado un monstruo. Muchos han quedado injustamente excluidos y exigen atención. El Perú, donde se radicalizan posiciones fácilmente, con una clase política sin ideología propia y dispuesta a ir donde sople el viento y los miedos de sus electores, no está lejos de ese juego. Mejor evitar un nuevo muro que tarde o temprano tendremos que destruir.