"Muchas leyes perjudiciales dadas en el pasado reciente han recibido masivo rechazo ciudadano luego de haber sido votadas y aprobadas, cuando ya era muy tarde".
"Muchas leyes perjudiciales dadas en el pasado reciente han recibido masivo rechazo ciudadano luego de haber sido votadas y aprobadas, cuando ya era muy tarde".

Quizás el principal problema de nuestro sistema político es que las elecciones producen resultados que satisfacen a muy pocos ciudadanos. Ya nos hemos acostumbrado a que las segundas vueltas se resuelvan entre “males menores”, y que los niveles de aprobación de nuestras autoridades sean paupérrimos, incluso para estándares latinoamericanos.

Esto afecta profundamente la gobernabilidad, lo que posibilita resultados insólitos como el tener seis presidentes en un periodo de cinco años. ¿Qué política pública significativa se puede diseñar e implementar en un escenario así? Por ello, es imperativo mejorar el conjunto de normas que rigen la elección de nuestras autoridades.

Pues bien, en los últimos días se han dado dos hechos significativos en torno a este tema. Uno positivo y el otro muy negativo. El primero tiene que ver con la aprobación en primera votación del retorno a la bicameralidad y de la restitución de la reelección congresal, y el segundo con el dictamen que propone eliminar las elecciones primarias, abiertas, simultáneas y obligatorios (PASO).

La aprobación de la bicameralidad agregaría un filtro fundamental al proceso legislativo. Muchas leyes perjudiciales dadas en el pasado reciente han recibido masivo rechazo ciudadano luego de haber sido votadas y aprobadas, cuando ya era muy tarde. Distinta habría sido la historia con una cámara alta que, ante el escrutinio público, habría sido la instancia propicia para detener despropósitos de la cámara de diputados.

Por otro lado, la restitución de la reelección sería una extraordinaria noticia. La razón es simple: si un congresista resulta ser malo, los electores tienen la posibilidad de castigarlo con su voto en la siguiente elección. Pero si un congresista resulta ser bueno, ¿por qué privarnos del derecho a reelegirlo? Esta prohibición constituye, en el fondo, un recorte a los derechos de los electores, lo que nunca es una buena noticia.

Además de ello, lo que esta demagógica prohibición consiguió en la práctica fue eliminar la posibilidad de una carrera política y, más bien, abrir la cancha a aventureros cuyas acciones no podrán ser premiadas o penalizadas por los electores en una próxima contienda política. Es decir, un total desalineamiento de incentivos.

Aunque estas dos medidas son dignas de saludarse, y ojalá tengan éxito en su segunda votación en el pleno, su aprobación se ha visto opacada por un dictamen de la Comisión de Constitución que propone eliminar las PASO. Este modelo, aprobado en 2019, establecía un proceso simultáneo y obligatorio en todos los partidos políticos antes de la elección general. En él, los ciudadanos podrían elegir al candidato presidencial de su partido y definir el orden de la lista de congresistas con su voto.

La virtud de este proceso es que entregaba a los ciudadanos el poder que hoy reside en las cúpulas partidarias, que eligen a sus candidatos presidenciales y congresales mediante una pantomima de elección que solo confirma los designios de los “dueños” de los partidos. Además, permitían achicar el menú de la elección general —hoy absurdamente extendido— pues solo podrían participar aquellos partidos que superen un 1.5% de votación en las PASO.

Las PASO también eliminaban la absurda competencia entre candidatos congresales de una misma agrupación en la elección general, pues venían acompañadas de la supresión del voto preferencial. Finalmente, reducían la influencia del dinero en los procesos electorales, pues hoy es muy frecuente que las cúpulas partidarias establezcan el orden de las listas en función de los aportes de campaña.

Las virtudes de este modelo nunca fueron probadas, pues en la elección de 2021 los propios partidos representados en el Congreso suspendieron las PASO aduciendo razones sanitarias en el contexto de la pandemia, una grosera excusa para no ceder poder. Y hoy son estos mismos los que buscan eliminarlas desde la Comisión de Constitución.

No hay argumentos sólidos para pensar que el modelo anterior es superior al de las PASO. Por ello, es grato ver que diversas voces de la ciudadanía, empresariado y academia se han manifestado en contra de este perjudicial dictamen.

No retrocedamos en lo avanzado. Ni un paso atrás con las PASO.