[Opinión] Gonzalo Elías: Las adicciones
[Opinión] Gonzalo Elías: Las adicciones

Recuerdo hace muchos años haciendo observación de infantes haber visto un bebé/niño despertarse del sueño por dolor emocional. Igualito a cuando un niño se despierta porque le duele la barriga o tiene fiebre.  El padre me dijo: “No tiene nada físico, su madre tiene que viajar a veces por trabajo y al bebé le pasa esto cada vez”.

No menciono este suceso para implicar que la ausencia materna o paterna en edades tempranas sea la única causa de las adicciones (aunque ciertamente es una de ellas) sino porque aquella experiencia con ese niño se me quedó grabada.  En aquel momento pude ver con claridad cómo el dolor psíquico y el dolor físico se parecen más de lo que creemos.  De hecho, está ya comprobado científicamente:  el sufrimiento por dolor físico o emocional se experimenta en la misma parte del cerebro. El dolor que experimenta una persona cuando siente rechazo emocional enciende las mismas partes del cerebro que cuando es apuñalada con un cuchillo, por supuesto de manera proporcional al “golpe”.

Lo más importante que he aprendido sobre las adicciones (ya sea la adicción a sustancias, al trabajo, a los analgésicos, a una persona, al Internet, al sexo, ludopatía, al shopping, etc.) es que la persona está buscando siempre un analgésico, algo que le baje o le quite el dolor.  Las adicciones empiezan con dolor y terminan con dolor.  La pregunta que siempre hago entonces a las personas no es “por qué la adicción” sino “por qué el dolor”. Y siempre, siempre, lo que escucho es una historia donde hay dolor o trauma.  Todos tenemos alguna historia de dolor o trauma en nuestras vidas, y todos tenemos nuestros vicios.  Algunas personas caen en adicciones y no porque sean más débiles o menos inteligentes, sino porque el dolor o el trauma es más grande. Y también, ciertamente, hay seres más sensibles que otros.

Hay que aprender a convivir con el dolor. Cuando uno escapa del dolor –en exceso–  es que se genera más dolor,  y el remedio termina siendo peor que la enfermedad. ¿Y cómo se aprende a convivir con el dolor? Con compasión y apoyo de los demás.