(GEC)
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La crisis nos está golpeando duro con un palo y duro. El jueves, las redacciones de los diarios que forman el grupo El Comercio vieron partir, con el corazón espinado, a decenas de sus periodistas. Profesionales capaces, talentosos y valientes dejaron sus puestos con la misma dignidad con la que trabajaron, durante años, a favor de la libertad, la cultura y la democracia.

Una escena similar ocurrió semanas atrás con 50 periodistas de otro grupo editorial.

Ahora, cientos de familias vinculadas al periodismo sumarán al desgaste emocional el riesgo sanitario y el temor que vivimos todos: la angustia del desempleo.

La prensa, y toda la cadena de producción y trabajo que representa –editores, redactores, diseñadores, reporteros gráficos, trabajadores de planta, de imprenta, administrativos, distribuidores operativos, canillitas, entre otros–, es una de las víctimas dramáticas del coronavirus, las medidas de emergencia y la consecuente caída de la economía.

La publicidad privada se ha embebido brutalmente por la paralización de las actividades económicas y la estatal se encuentra constreñida por el temor que el Gobierno les tiene a los extremistas de izquierda y derecha que lo fustigan para que no invierta en los medios; que lo amenazan con hacerle bullying en las redes sociales o en un par de pasquines.

La prensa independiente es, en estos tiempos oscuros, un obstáculo para los radicales que la anhelan debilitada. La prefieren destruida, desprestigiada; necesitan el campo libre para poder ellos, con total impunidad, sorprender a la opinión pública con su rampante populismo.

En este periodo irrepetible, los ciudadanos, aún en confinamiento, han salido a las calles a comprar su periódico de cada día; las audiencias de los medios digitales de cada diario reputado en el país han crecido y se han hecho consistentes, pero las planillas de toda la cadena que implica a la prensa se pagan con los ingresos de la publicidad. El desplome del avisaje como consecuencia de la crisis económica nos ha quitado el oxígeno.

Bob Marley decía que “la libertad de expresión lleva consigo cierta libertad para escuchar”. El periodismo enfrenta al populismo y la demagogia, es uno de los pilares de las sociedades libres, garantiza la pluralidad y la calidad informativa de los ciudadanos, es un bien público: sin periodismo no hay libertad, sin periodismo no hay

democracia.