Trump se negó a aceptar el resultado electoral (y aún lo hace), e incitó un golpe de Estado desde el poder enviando al Capitolio a una masa de seguidores enardecidos, señala el columnista. (Photo by Saul LOEB / AFP)
Trump se negó a aceptar el resultado electoral (y aún lo hace), e incitó un golpe de Estado desde el poder enviando al Capitolio a una masa de seguidores enardecidos, señala el columnista. (Photo by Saul LOEB / AFP)

Es irónico, o más bien trágico, que el título de este artículo se refiera a los resultados de las elecciones de medio término (mid-term) de Estados Unidos, que, desde 1787, ha sido una democracia con plena separación de poderes y transiciones pacíficas de todos los cargos con la excepción de 2020, cuando Trump se negó a aceptar el resultado electoral (y aún lo hace), e incitó un golpe de Estado desde el poder enviando al Capitolio a una masa de seguidores enardecidos y armados aquel fatídico 6 de enero de ese año, amén de intentar que congresistas y senadores lacayos no aprobaran la confirmación de Biden como presidente.

Con este contexto y las encuestas, en su mayoría, pronosticando una abrumadora victoria de los candidatos republicanos al Senado (un tercio), el Congreso y varias gobernaciones –muchos de ellos trumpistas y, como su “mesías”, propulsores de lo que el periodismo denomina “the big lie” (la gran mentira de negar la victoria de Biden) e, incluso, algunos de ellos radicales que creen en teorías conspirativas cuasi religiosas y de carácter medieval–, muchos temíamos que, de llegar varios de estos postulantes a cargos de importancia, se podía complicar el panorama de una elección transparente en 2024, cuando Trump, seguramente, se lanzará a retomar el poder.

El peligro persiste, porque varios gobernadores y funcionarios estatales trumpistas ganaron en diversos estados y son ellos los que certifican los resultados de las elecciones en ellos y, también, hay varios senadores y republicanos del ala de Trump que llegaron al Capitolio, pero el Partido Demócrata logró obtener importantísimas victorias en el Senado, y podrían mantener su mayoría en esa cámara, mientras que la Cámara Baja tendrá una mayoría republicana muy ajustada.

Por ahora, EE.UU. se salvó porque imperó la razón y el miedo a perder la democracia de la mayoría de sus votantes, pero 2024 está a la vuelta de la esquina y, si se apaga esa democracia –con todos sus defectos–, ¿qué nos espera a los demás en un mundo de trumpistas de bigotes, sombreros, rancheros, toma vodka o Xi Wantanes de izquierda y derecha que buscan perpetuarse en el poder?