Muchos grises. A esta hora, no es posible determinar el color de la realidad política del Perú después de la disolución del Congreso. Unos dicen blanco y otros gritan negro. Me encuentro entre quienes vemos varios escenarios grises, con muchas preguntas, sin respuestas. El embajador Allan Wagner ha asegurado que esta crisis tiene un componente legal, y uno “fundamentalmente político, cuyas partes deben sentarse a dialogar” y que las discrepancias constitucionales deben ser resueltas por el Tribunal Constitucional.

La voz del embajador Wagner debe ser atendida. No veo un golpe, como el de Fujimori, pero tampoco veo el rostro y la actuación de un demócrata impecable, como algunos defensores incondicionales aseguran. Ricardo Uceda, a quien nadie puede acusar de “fujimorista”, asegura en su última columna (“La hora oscura”) que Vizcarra entró por el único espacio que encontraron sus “ingenieros jurídicos”, por el “ojo de una aguja”, para cerrar un “infectado” Congreso. Coincido con él en que Vizcarra aglutinó todo el respaldo con su mensaje anticorrupción. ¿Quién podría estar en contra?

Sin embargo, la vía utilizada para aplicar el cierre del Congreso, una medida extrema en cualquier democracia, deja muchas más inquietudes que certezas. Los que salen ganando serán los anárquicos y los grupos de izquierda, que sin pudor aseguran que lo que quieren es una Asamblea Constituyente para cambiar este modelo económico.

En paralelo a que se resuelvan los cuestionamientos constitucionales, Vizcarra y Zeballos deben designar en el MEF a alguien que garantice el modelo. Ahora, sin enemigo que concentre las iras del pueblo (chau, fujimorismo), el Ejecutivo estará obligado a gobernar para llegar con algún oxígeno a 2021.

P.D.: 3 de octubre 1968. 51 años del golpe de Velasco. Regreso el 24 de octubre.