Q’eswachaka. (USI)
Q’eswachaka. (USI)

Desde hace cientos de años, en el distrito de Quehue, en Cusco, cuatro comunidades trabajan conjuntamente para reemplazar el puente colgante sobre el río Apurímac.

Al llamado del cuerno, bajan los comuneros con sogas trenzadas que, a su vez, serán utilizadas para crear una trenza más gruesa, hasta que sea capaz de soportar el peso asignado a cada componente del puente que permite el tránsito y la actividad comercial entre las comunidades.

Se trata de un esfuerzo conjunto para alcanzar un mismo objetivo que cada quien no podría lograr por sí solo.

¿Por qué no es posible lograr lo mismo a nivel de gobierno? ¿Incapacidad para coordinar?

¿O es aún peor porque no somos capaces de definir ese objetivo común que debiera significar que todos los peruanos tengan oportunidades para alcanzar un mayor nivel de bienestar?

La verdad es que ni siquiera hemos logrado ese consenso mínimo del cual debiera nacer la agenda de trabajo.

En un país en el que el 50% de los niños entre 6 y 36 meses tiene anemia; cuyas ciudades albergan casi cuatro millones de pobres; y cuya capacidad de generación de empleo de calidad viene cayendo, no vemos a nadie ocupándose de los temas que permitirían mejorar esas cifras.

Y no es solo ahora, en una coyuntura que distrae la atención de cualquier otro tema. En la agenda cotidiana tampoco se refleja la preocupación por acelerar los proyectos de infraestructura, mejorar los servicios de salud y la calidad de la educación. Por el contrario, las propuestas van muchas veces en contra de la generación de empleo formal, en contra del fomento de la inversión y en contra de la creación de infraestructura básica.

Sin importar lo que venga, miremos Q’eswachaka. Y aprendamos.