“Hay pues en nuestro país un vacío de liderazgo político que urge llenar, sin el cual estaremos condenados a más corrupción, más incompetencia”. Foto: Jesœs Saucedo / @photo.gec
“Hay pues en nuestro país un vacío de liderazgo político que urge llenar, sin el cual estaremos condenados a más corrupción, más incompetencia”. Foto: Jesœs Saucedo / @photo.gec

El domingo por la noche, mi esposa y yo veíamos con repulsión un reportaje en el que el representante de la aspirante a colaboradora eficaz por lavado de activos, Karelim López, describía cómo una organización criminal enquistada en el Ministerio de Transportes y Comunicaciones, encabezada por el presidente Castillo, asignó obras a dedo por más de mil millones de soles, presuntamente a cambio de una compensación. Mi esposa, con su acostumbrada agudeza e impecable lógica, me preguntó: “¿Cómo es posible que con los antecedentes de tener a los presidentes de los últimos 30 años presos o autoeliminados, el actual se atreva a robar, apenas iniciado su gobierno?, ¿acaso no sabe cómo va a acabar?”. No tengo respuesta; sin embargo, me atrevo a especular que un mandatario carente de ética que pretenda hacer uso del poder para beneficio propio seguramente intuirá que correrá la misma suerte que sus antecesores. Salvo Fujimori, los demás exmandatarios están presos por enriquecimiento ilícito. Pero quizás la pregunta haya que responderla analizando cómo llegaron a sentarse en el sillón presidencial esos mandatarios, incluido el de turno.

Al igual que en la elección del 90, y en todos los comicios electorales desde hace 32 años, lo que llevó a Castillo a la presidencia fue el antivoto, el voto de castigo, el voto de descarte, el voto de odio disfrazado de dignidad. Claramente, esas más de tres décadas de antivoto no han servido para generar nuevos partidos políticos con propuestas sólidas, integrados por ciudadanos probos y comprometidos con el bien común y cuyo planteamiento procure la creación de riqueza con la misma energía y convicción que con la atención a las necesidades básicas de la población y la formalización de nuestro sector productivo emergente.

Hay pues en nuestro país un vacío de liderazgo político que urge llenar, sin el cual estaremos condenados a más corrupción, más incompetencia y, como inevitable consecuencia, al deterioro en la gestión del país que retrae la inversión privada y aumenta la pobreza, elevando el costo de vida por presión inflacionaria, con la consecuente inseguridad ciudadana. Es decir, de regreso a los 80.

¿Qué esperamos para llenar ese vacío? ¿Es que no hay personas interesadas en el servicio público y en la política limpia? ¡Hagamos una cruzada por motivar la vida política honrosa y promover propuestas políticas en lo económico y en lo social que generen confianza y bienestar social! ¡Unámonos todos!

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