Un objetivo común: reducción de la pobreza. (Foto: Jesús Saucedo)
Un objetivo común: reducción de la pobreza. (Foto: Jesús Saucedo)

Hasta el momento de escribir este artículo no sabemos quién gobernará el Perú los próximos cinco años. Lo que sabemos es que el país está dividido en dos partes del mismo tamaño y toca reconciliar las dos mitades. El o la próxima presidente debe tener claro que esa es su primera tarea, por el bien de todos.

Ambos candidatos tuvieron una mínima aprobación en primera vuelta. Por ello, con una muestra de madurez política y amor por la patria, deben recoger el sentimiento de la otra mitad y gobernar incorporando esos reclamos o expectativas.

Después de culminado el proceso electoral, el perdedor debe allanarse a los resultados, cualesquiera que fueran estos y pasar a la oposición constructiva, de manera que en cinco años tengamos un índice de pobreza reducida a un dígito y con alta movilización social y económica; es decir, que quien nació en un entorno de extrema pobreza pueda llegar a ser el gerente de una transnacional peruana o extranjera, por las oportunidades que se le brindaron al recibir educación gratuita y de calidad, condiciones dignas de vivienda con Internet, agua y desagüe y con oportunidades de conseguir un trabajo justo y productivo sin discriminación alguna. Trabajo que se consigue atrayendo a la inversión privada en todos los sectores.

Ahora a mirar para adelante con tres consejos:

1. Generar gobernabilidad. Recogiendo de los antiguos adversarios algunas de sus propuestas políticas y, por qué no, acoger a parte de su equipo humano como la fórmula napoleónica de la co-habitación en el Gobierno, o más recientemente “un gobierno de ancha base”.

2. Reducción de pobreza. Todas sus decisiones políticas deben contemplar este objetivo fundamental y meditar si lo que se está por hacer contribuye o no a ese objetivo. Esto requiere de atraer inversión privada, que es la única alternativa para crear empleo justo y bien remunerado. Promover el desarrollo de infraestructura y viviendas sociales como los programas de Techo Propio y Mivivienda. Que Sedapal y las demás empresas de agua y saneamiento tercericen todas sus inversiones a empresas especializadas y se pague por resultados.

3. Reducir el aparato público. Las tareas propuestas en el punto anterior son permanentemente bombardeadas por la ineficiente y abultada burocracia. El Estado funciona mejor con la décima parte de su tamaño. Menos funcionarios, mejor remunerados, capaces de cumplir con su rol de promotor y fiscalizador del sector privado.

Y que Dios nos ayude.