El Perú entero perdería productividad e incurriría en sobrecostos laborales equivalentes a dejar sin trabajo a un porcentaje considerable de empleados formales, dijo Balta (Foto: GEC)
El Perú entero perdería productividad e incurriría en sobrecostos laborales equivalentes a dejar sin trabajo a un porcentaje considerable de empleados formales, dijo Balta (Foto: GEC)

Una facción zurda del Congreso con 49 votos ganó a su opositora por cinco votos y 11 abstenciones, de extraviados que decidieron lavarse las manos, pagar favores o taparse un ojo, en una primera votación sobre dos proyectos.

El primero difumina y desordena el inicio hasta ahora claro de la jornada de trabajo, borrando cuándo empieza y cuándo termina, con lo que promueve el festín del sobretiempo y contingencias en la jornada laboral, un banquete para jueces y abogados.

La segunda iniciativa, también en el ámbito laboral, va a terminar por encarecer en 35% el trabajo nocturno.

Los proyectos no son malos, son pésimos y se necesita una segunda votación para archivarlos definitivamente. Estas hechuras 1192 y 2306 se sacaron de carpetas sucias de 2021 en un momento propicio en el que había pocos opositores en el Pleno del Congreso.

Y aquí estamos. Ahora requerimos 66 votos de congresistas para cerrar el paso a estos proyectos que afectarían negativamente la economía, el empleo formal del país, las inversiones privadas en curso o proyectadas y la competitividad de las empresas.

El Perú entero perdería productividad e incurriría en sobrecostos laborales equivalentes a dejar sin trabajo a un porcentaje considerable de empleados formales.

Ponerlos en vigencia implicaría paralización de líneas de producción y reducción de puestos de trabajo en todos los sectores de bienes y servicios del Perú. Otra vez: no subestimemos —ni por un segundo— la enorme capacidad de los socialistas para destruir valor, trabajo y país.

No estamos frente a un derecho laboral. Aquí se está ante a algo totalmente distinto que es su enemigo acérrimo. Estamos frente al sucio privilegio de los que tienen trabajo formal frente a los que nunca lo obtuvieron y se quedarán sin él. ¡Ay, zurdos!, pocas veces se ha visto proyectos más prebendarios y feudalistas que estos.

Y las pequeñas y medianas empresas formales quedarían fuera de juego y los consumidores, donde siempre, en la última rueda del coche.

Un ejemplo claro es la industria del pan que tendría que contratar al doble de personal, lo que no sucedería o se reducirían al trabajo nocturno o sacarían precisamente esta jornada de juego.

Es decir, prepárense a comer pan seco, olvídense del pan caliente y cómprense zapatillas cómodas para hacer colas, todo esto, gracias a la izquierda del Congreso que nunca estuvo tan destructora ni demente.

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