"La implementación de incentivos mal diseñados generan, de manera perversa, el efecto opuesto de lo que se quería lograr".
"La implementación de incentivos mal diseñados generan, de manera perversa, el efecto opuesto de lo que se quería lograr".

que cuando los ingleses gobernaban en India se escandalizaron por la cantidad de serpientes venenosas que se arrastraban por las calles de Delhi. Con buenas intenciones, decidieron que la mejor manera de atacar el problema era ofrecer una recompensa por cada cabeza de víbora entregada. En el corto plazo, la situación mejoró, pero ante la escasez, oportunistas empezaron a criar serpientes para ganar dinero fácil. Cuando los ingleses se dieron cuenta, indignados cancelaron el programa, las reptilianas granjas imprevistas se abandonaron y todo regreso a la “normalidad”.

El relato le da el nombre al . Se refiere a la implementación de incentivos mal diseñados que generan, de manera perversa, el efecto opuesto de lo que se quería lograr.

Los ejemplos abundan. Doctores que se les paga por operación hacen poco por promover medidas de prevención que eliminarían la necesidad de cirugía. La decisión de la Iglesia de esconder o minimizar casos de abuso para evitar escándalos, , generando una .

En Perú no somos ajenos a estos errores. Hasta hace poco, la inmunidad parlamentaria, ideada para proteger a los congresistas de ataques políticos, atrajo al peor tipo de legislador, pues si tenías problemas con la ley y dinero sucio la decisión más racional era lanzarte al Congreso. Estrictas leyes laborales pensadas para proteger al trabajador terminan y frenando contrataciones, dejando a más personas en situación vulnerable. Regulaciones ambientales complejísimas le dejan la puerta abierta a la minería y tala ilegal, devastando los ecosistemas que la ley intentaba proteger.

Una y otra vez, tomamos los incentivos a la ligera, pero la historia nos enseña que deben ser diseñados de manera sistémica, analítica y con una saludable dosis de cinismo. De lo contrario, el remedio termina siendo peor que la enfermedad.

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