Reportes macro indican que este año los niveles de turismo global llegarán, con suerte, al 90% de los niveles prepandemia, pero esta cifra esconde el boom que ha tenido Europa en el 2023. El reciente verano europeo ha sido una locura, saturando los destinos más conocidos y generando cifras récord en lugares imprevistos como Andalucía, Suiza y Croacia. El auge incluso ha generado un contramovimiento de locales protestando el caos y los altos costos de vida que ha generado el turismo desbordado, lo que algunos expertos llaman el Síndrome de Venecia.

Un rápido escaneo de los conflictos globales ayuda a explicar esta historia de éxito europeo: las personas están con ganas de viajar después de la pandemia, pero esta ha dejado una estela de problemas en múltiples rincones del mundo. Asia aún no se recupera, pues China e India enfrentan problemas internos. Medio Oriente amenaza con un conflicto a gran escala. Múltiples países como Ecuador, Líbano, Argentina y Sudáfrica parecen al borde del colapso por malos manejos políticos y/o económicos.

Ante este escenario global, el turista moderno se ha vuelto averso al riesgo y cada vez se guía más de las redes sociales para tomar decisiones. Por ejemplo, una encuesta de Estados Unidos indica que el 60% de usuarios de TikTok se interesan en visitar un nuevo destino gracias a la plataforma.

Perú tiene la oportunidad de atraer a esos viajantes caprichosos con su gastronomía, una de las siete maravillas del mundo y su diversidad ecológica y cultural. Para ello, es crucial entender al nuevo viajero.

Por eso, el mal manejo para visitar Machu Picchu es un tema crítico. Nos debe escandalizar cuando preciosas imágenes del Perú comienzan a competir con videos de colas de ocho horas para comprar entradas y con las experiencias de viajeros, nacionales e internacionales, frustrados ante los innecesarios obstáculos que ponemos para el simple acto de disfrutar las maravillas de nuestro país.

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