"Aumentar los impuestos a las personas y a las empresas en un contexto en el que se necesita promover la inversión y el consumo privado (los dos grandes motores del crecimiento económico y de generación de empleo) es un contrasentido". (Foto: REUTERS )
"Aumentar los impuestos a las personas y a las empresas en un contexto en el que se necesita promover la inversión y el consumo privado (los dos grandes motores del crecimiento económico y de generación de empleo) es un contrasentido". (Foto: REUTERS )

El último miércoles, el le solicitó al Congreso facultades para legislar en materia tributaria, fiscal y financiera. Ya no solo para aumentar las tasas a las empresas mineras con altas ganancias operativas, como Pedro Francke había anunciado en un inicio, sino para aumentar la tasa del Impuesto a la Renta de primera y segunda categoría (dividendos, ventas de acciones, rentas vitalicias, regalías, alquiler y venta de inmuebles, entre otros). También busca modificar la tasa del Impuesto a la Renta de las personas con mayores ingresos y limitar las deducciones de las que gozan las empresas para pagar menos impuestos.

Aumentar los impuestos a las personas y a las empresas en un contexto en el que se necesita promover la inversión y el consumo privado (los dos grandes motores del crecimiento económico y de generación de empleo) es un contrasentido. No se pueden engrosar las arcas públicas a punta de gravar a diestra y siniestra en pleno contexto de reactivación económica, y menos aún cuando no existe una propuesta clara sobre el destino que tendrán tales recursos. Lo que sí podría hacer el gobierno es proponer iniciativas legislativas para mejorar el gasto público (que actualmente es muy deficiente), para reducir la enorme informalidad que existe en el país, para ampliar la base tributaria y atacar la evasión y la elusión.

Las desafortunadas decisiones de este gobierno y la ausencia de mensajes claros nos han sumido en un contexto de extrema desconfianza e incertidumbre, y en estas circunstancias pretender aumentar los tributos es un desacierto.

Si bien ningún Congreso le ha negado facultades legislativas a un gobierno entrante en los últimos 20 años, dada la desconfianza que la gestión del presidente Pedro Castillo genera, es un imperativo que esta vez se rompa la tradición.