"El gobierno está aumentando el gasto público en diversas acciones para reactivar la economía y es correcto que lo haga", sostiene Parodi. (Foto: Francisco Neyra / photo.gec)
"El gobierno está aumentando el gasto público en diversas acciones para reactivar la economía y es correcto que lo haga", sostiene Parodi. (Foto: Francisco Neyra / photo.gec)

Bastiat fue un economista francés que vivió entre 1801 y 1850. Uno de sus principales escritos fue un conjunto de artículos en un libro denominado Lo que se ve y lo que no se ve. Dentro del mismo, uno de ellos se denominó “El cristal roto”. La historia es simple y sirve para analizar varias de las ideas que circulan en Economía y que servirían para tomar mejores decisiones en estos momentos complicados.

Un niño arroja una piedra y rompe un vidrio. Lo que parece ser una desgracia puede, según algunos, servir para reactivar la economía. Algún familiar del niño deberá destinar dinero, para seguir el ejemplo de Bastiat, seis francos, para reponer el vidrio. Esto creará la demanda por un vidrio nuevo, por lo que algún vidriero tendrá ahora trabajo y recibirá el pago mencionado, a cambio de construir y colocar el vidrio. Con esos seis francos, el vidriero comprará otros bienes, digamos alimentos, con lo que se moverá otro sector de la economía. De acuerdo con Bastiat, esto es lo que se ve.

Sin embargo, lo que no se ve es que esos seis francos han dejado de gastarse en otro objetivo, digamos zapatos, pues se han usado en el vidrio nuevo. El dinero tiene un costo de oportunidad, pues puede usarse en otra cosa. Lo que no se ve es que se ha dejado de comprar zapatos y, por ende, el productor y vendedor de zapatos no ha recibido el dinero que habrían recibido si es que no se hubiera usado el dinero en reponer el vidrio. El resultado es que dejó de moverse el sector que produce zapatos.

Nótese que en caso de que no se hubiera roto el vidrio, la economía tendría, además del vidrio, los seis francos invertidos en zapatos. Habría vidrio más zapatos. Al romperse el vidrio, solo tendría un vidrio nuevo.

Además, si el hecho de que haya una desgracia implica que la economía se vaya a reactivar por el gasto que se hará en la reparación, entonces bastaría destruir infraestructura o esperar por un desastre natural para que luego, con la reconstrucción, se levante la economía. Y eso no tiene sentido.

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Esto pone en cuestión varias cosas. Veamos un caso puntual. Los impactos económicos del COVID-19. El gobierno está aumentando el gasto público en diversas acciones para reactivar la economía y es correcto que lo haga. El gasto aumentará la demanda por distintos bienes y servicios, y creará empleo. Sin embargo, el hecho de destinar dinero a ese fin significa que el gobierno dejará de gastar en otro, como podría ser aumentar el presupuesto en educación. Antes del COVID-19 se hubiera podido usar más dinero en educación. Ahora no. Y eso es una pérdida de riqueza para la economía. Por lo tanto, dependiendo de cómo se vea, el imprescindible gasto en la reactivación económica no reactivará la economía como se espera, según Bastiat, pues el dinero destinado a la misma significa que no se usó en otra cosa. Es lo que no se ve.

Piense ahora en los últimos 20 años y vea en qué gastó el dinero. ¿Qué habría pasado si ese dinero se invertía en salud y educación? ¿Cómo estaríamos ahora? ¿Quiénes son los responsables entonces?

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