[OPINIÓN] César Luna Victoria: “Lo que mi mamá no me contó”. (Midjourney/Perú21)
[OPINIÓN] César Luna Victoria: “Lo que mi mamá no me contó”. (Midjourney/Perú21)

En el mundo en inglés, el Derecho funciona a partir de los hechos. La ley importa, pero viene después, una vez que los hechos han quedado demostrados. De ahí que sean delitos graves no entregar pruebas, ocultarlas, destruirlas, impedir que se obtengan o, simplemente, inventarlas. En esa batalla, los abogados hemos desarrollado dos habilidades perversas. Una es entregar un mar de documentos absolutamente irrelevantes para obligar a la otra parte a invertir horas de horas en revisarlos, apostando a que entre tanto desbarajuste no se ubiquen las pruebas importantes a tiempo. La otra es distraer, habilidad importada del cine de aquella época en la que hasta besarse en público era pecado. Para superar la censura, los directores ponían un desnudo como quien no quiere la cosa. El censor se escandalizaba, cortaba el desnudo y no le parecía tan escandaloso lo demás. Así los directores protegían de la censura a las escenas valiosas de las películas. En uno u otro camino, ocultos entre tanto documento o distraídos por los secundarios, los verdaderos hechos no se discuten.

Algo así fue el mensaje de la presidenta en el Congreso. Nos regaló, es una forma de decirlo, el discurso más largo de nuestra historia, de lejos. No toda la responsabilidad es de ella. La Constitución manda que su mensaje contenga “…la exposición detallada de la situación de la República y las mejoras y reformas que el presidente juzgue necesarias” (numeral 7, artículo 118). Otro tema es que en ese detalle se destaque un hospital aquí y una acequia allá. Habría bastado con hacer un anexo de tantas obras para privilegiar lo relevante, que, bien resumido, habría durado una hora, a lo mucho. Dijo de todo un poco. Pero se olvidó del sueldo, del mío, del suyo, del de todos como sociedad y como Estado. Nuestro sueldo, en simple, es el PBI (el valor de todo lo que producimos). Es una manera de medir cuánto trabajo vamos a generar para los jóvenes y cuánto reducimos la pobreza. Los especialistas dicen que necesitamos crecer a no menos del 4% por año. Por debajo, la situacion social será cada vez más dramática y su protesta cada vez más fuerte y violenta, por pura desesperación. Para 2023 se pronostica que apenas creceremos 1%, la cuarta parte de lo que se necesita. Así es la cosa: sin crecimiento no hay riqueza ni impuestos por pagar. El crecimiento económico es la medida de cuanto ganamos como sociedad para generar empleo y reducir la pobreza; y cuánto recaudamos tributariamente como Estado para realizar obras públicas y atender emergencias.

La pregunta clave es ¿por qué dejamos de crecer? Mire usted que nada hay más nervioso que un millón de dólares; necesita mucha calma para venir y al primer ruido se espanta y se va. Tiempo atrás pensamos que nuestra estabilidad macroeconómica era suficiente, porque, pese al ruido político, los millones siguieron llegando. Pero ahora las cuerdas separadas entre política y economía ya no funcionan. Pensemos en la OCDE; éramos el país pobre que querían en el club porque éramos un ejemplo de crecimiento. Estamos bajo vigilancia, no porque hayamos dejado de crecer, sino porque, entienden, hemos perdido democracia. Y tienen razón. La prosperidad económica bajo dictaduras ya no está de moda. La inversión privada, que digan lo que digan es el motor del crecimiento, solo viene cuando le ofrecen estabilidad y seguridad jurídica. Los antiguos contratos de estabilidad ya no sirven. Quieren certeza en los tribunales, respeto por las leyes, burocracia responsable, acuerdos políticos sensatos y serenidad en las calles. Eso falta, de eso poco se habla, nada es más urgente y hay que colocarlo en el centro de la agenda política. Acuerdos nacionales para recuperar crecimiento, con lo que supone, por ejemplo, superar conflictos comunales por razones sociales o ambientales. No se trata, entonces, de repartijas de puestos ni de solidaridades extraordinarias por emergencias. Se trata de crecer más, no para que algunos sean más ricos, sino para que dejemos de ser pobres.

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