(Foto: Pixabay)
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Cien días en los que el Perú está siendo llevado por personajes cuestionados casi a diario, por sus decisiones, por sus anuncios, por dar cabida en sus filas a personas de una reputación que se presta a la duda de muchos peruanos. De pronto, los días corrieron y corren a prisa, el año se va y la burbuja llena de incertidumbre y temor en la que este país vive y aún no se rompe.

Hace unos días tuve la oportunidad de conversar con un ciudadano de la provincia de Cusco, al que llamaremos el señor Gregorio, por respeto a su privacidad.

El señor Gregorio, un señor bonachón, noble, de tez trigueña, casado y con 5 hijos, trabaja al lado de unos compadres en una chacra. El día para él se inicia a las 5 de la mañana, se alista, prepara el desayuno y una alforja para irse hacia la chacra, a camino abierto, a varios metros.

Y en nuestra conversación él me contaba que votó por Pedro Castillo. Lo hizo porque sentía que lo representaba, hasta en el más mínimo detalle, desde el sombrero, hasta su forma de caminar, su forma de hablar y porque salió de una provincia lejana en privilegios de la capital.

Me contaba también que ve todo igual, que solo escucha que hay problemas en el gobierno de su elegido y que dicen por ahí que hay crecimiento en el país, algo que ha escuchado en los últimos gobiernos, pero para él, el dinero que aparece en su casa es porque se lo gana con esfuerzo diario. Agregando: “…en mi casa, señora, somos felices con lo que tenemos. El campo nos da el alimento y es acá donde hacemos nuestro hogar y nuestra felicidad”. Una de las tantas historias de pobladores de tierras adentro, de las provincias y de lugares dentro de nuestra queridísima Lima.

Pero entonces, ¿hacia dónde vamos? Es la pregunta en la mente oculta y urgente de todos o de muchos.

Los políticos y técnicos entendidos en estos temas hablan y hablamos, me incluyo, del crecimiento económico, y si vamos más allá, el crecimiento. Es decir, la mayor producción es la meta inicial, pero es vital una buena administración de los recursos, una adecuada y justa distribución de la riqueza, porque por más que mañana salga que el PBI creció, ¿estamos seguros que eso también, al menos, salpicó a ciudadanos como el señor Gregorio? Luego de todo eso, sostenidamente manejado, recién podríamos hablar del gran objetivo: el desarrollo. Es decir, recién estaríamos hablando del “bienestar” de una nación. Quizás pronto comparta mis respuestas a estas preguntas que dejaré por acá. Así cómo vamos: ¿qué tan lejos estamos del gran objetivo?, ¿qué tan lejos estamos de esa vida que merecemos los peruanos?

Nos vemos en @dalíreyes.prospera


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