"Al jugar, los niños y niñas se plantean preguntas, aprenden sobre sí mismos y sobre los demás".  (Foto: Freepik)
"Al jugar, los niños y niñas se plantean preguntas, aprenden sobre sí mismos y sobre los demás". (Foto: Freepik)

Por: Fabiola Cáceres, gerente de Innovación Social País de Aporta

Muchas personas creen que si un niño o niña juega mucho, pierde el tiempo y avanza más lento en sus aprendizajes. Sin embargo, hoy la evidencia nos dice lo contrario.

Al jugar, los niños y niñas se plantean preguntas, aprenden sobre sí mismos y sobre los demás. Asimismo, socializan, desarrollan habilidades motrices y aprenden a controlar sus cuerpos. Por este motivo no solo es importante dejar que los niños y niñas jueguen, sino que los cuidadores principales que acompañan la crianza deban fomentar momentos de juego libre o estructurado para potenciar su desarrollo. Al conectar el juego con el aprendizaje en la primera infancia se ayuda a los niños y niñas a desarrollar competencias que les permitirán, posteriormente, enfrentar de mejor manera los desafíos que trae la etapa escolar y la construcción de aprendizajes y competencias más complejas y necesarias para poder desenvolverse exitosamente en un mundo cambiante.

En efecto, la creciente evidencia sobre desarrollo infantil confirma que el juego posee múltiples beneficios para los niños y niñas, los mismos que se extienden al campo físico, social, emocional y creativo. Por ejemplo, cuando corren, saltan y trepan, no solo liberan energía, sino que trabajan la tonicidad muscular y fortalecen la coordinación. Adicionalmente, el movimiento físico promueve el descubrimiento del espacio y la experimentación.

No obstante, para que el juego conduzca a la construcción de aprendizajes, es necesario que cumpla con algunas características. En primer lugar, debe ser un juego divertido que genere sorpresa y sentimientos positivos. En segundo lugar, debe ser significativo, ofreciendo a los menores la posibilidad de conectar lo que viven con conocimientos o experiencias previas. En tercer lugar, el juego debe ser activo, asegurando que los niños y niñas se encuentren concentrados en la actividad.

Finalmente, debe también ser socialmente interactivo e iterativo, permitiendo la experimentación y el intercambio con otras personas para potenciar el aprendizaje a través de los demás.

Frente a ello, el proyecto —la plataforma de impacto social de Breca—, trabaja en fortalecer las capacidades parentales y comunitarias para acompañar la crianza y el desarrollo integral de los niños y niñas, promoviendo el juego como herramienta fundamental. De esta forma, Volar incide de manera directa en los entornos de crianza de los niños y las niñas, impulsando el desarrollo infantil y la atención integral de la Primera Infancia.

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Jorge Chávez Cotrina

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