Las proyecciones de crecimiento fluctúan alrededor del 2%, aun asumiendo un Niño no tan fuerte y cierta recuperación de la inversión privada y pública, insuficiente para reducir la pobreza y el desempleo, dijo Morris (GEC).
Las proyecciones de crecimiento fluctúan alrededor del 2%, aun asumiendo un Niño no tan fuerte y cierta recuperación de la inversión privada y pública, insuficiente para reducir la pobreza y el desempleo, dijo Morris (GEC).

En 2023 la economía peruana navegó en aguas turbulentas a pesar de la tranquilidad de empezar el año con un gobierno más serio, luego del absurdo autogolpe de Castillo. Terminó siendo un año para el olvido, ya que las cosas no se arreglaron bajo el nuevo gobierno y el año empezó con conflictos sociales que se extendieron durante varias semanas, seguido por los efectos del ciclón Yaku que afectaron el crecimiento económico.

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A partir de entonces no pudimos recuperarnos, ya que la inoperancia de nuestros tres niveles de gobierno y un Congreso populista con sus miembros más preocupados por sus propios intereses o salvar el pellejo de múltiples acusaciones, generaron un clima nocivo para la inversión privada. Por otro lado, las políticas monetaria y crediticia restrictivas contribuyeron a una caída del consumo y nuestro PBI habría decrecido 0.6%.

Las perspectivas para 2024 tampoco son muy alentadoras, aunque se espera un mejor año por un efecto rebote, el control de la inflación y menores tasas de interés. Las proyecciones de crecimiento fluctúan alrededor del 2%, aun asumiendo un Niño no tan fuerte y cierta recuperación de la inversión privada y pública, insuficiente para reducir la pobreza y el desempleo. ¿A qué se debe este crecimiento debajo del promedio de la región cuando tenemos un país con tanto potencial? Algunos le echan la culpa directamente al ministro de Economía, otros a la presidenta y a su gabinete.

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Existe más bien una culpa compartida entre todas las autoridades del Estado en sus tres estamentos (nacional, regional y municipal), nuestro Congreso, nuestra impresentable clase política más interesada en sus cuotas de poder que en los intereses del país y los inoperantes Poder Judicial y Ministerio Público más enfocados en luchas intestinas que en impartir justicia.

Las distintas encuestas muestran un alarmante descontento y pesimismo generalizado que solo se revertirá con una lucha efectiva contra la inseguridad ciudadana, mejora en la calidad de servicios públicos y administración de justicia, promoción de la inversión y una reforma política genuina que fortalezca nuestra democracia asegurando elecciones más ordenadas en 2026. Estamos perdidos si culpamos de nuestros problemas a la Constitución o a la economía social de mercado, soslayando el papel que juegan nuestra pobre clase política, la precaria institucionalidad y la mediocridad de nuestras autoridades.

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Tenemos que romper el círculo vicioso en que nos encontramos donde la combinación de leyes populistas, desgobierno e inseguridad resulta en menor inversión, empleo y consumo, afectando nuestro crecimiento, finanzas públicas y nuestro riesgo país. El entorno internacional puede complicarse por las elecciones en EE.UU., la desaceleración de la economía china y la acentuación de conflictos en el mundo. Quisiera ser optimista y pensar que en 2024 el Gobierno y el Congreso harán mea culpa y se pondrán de acuerdo en una agenda mínima de gobernabilidad, pero lo veo bastante improbable. Sin un cambio de actitud por parte de nuestras distintas autoridades, 2024 no pasará de ser mediocre.

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